Córdoba es una ciudad que enamora. Su espectacular entramado de callejuelas, suelos empedrados, rincones, monumentos y patios encalados supone un auténtico despertar para los sentidos. Y es que muy pocos lugares pueden presumir de haber sido nombrados capital del Imperio Romano y capital del Califato. Testigo de diferentes culturas, alberga en sus tierras un ingente legado cultural y monumental fruto de las diferentes civilizaciones que se asentaron en ella.
Gracias a este extraordinario mestizaje, hoy día podemos disfrutar de uno de los monumentos más emblemáticos de todos los tiempos: La Mezquita Catedral. Situada en el corazón del casco histórico de Córdoba, es el lugar que mejor encarna el alma de un territorio surgido de la confluencia de diferentes mundos. Su carácter único resume como muy pocos monumentos la identidad de la ciudad, integrando en su arquitectura las manifestaciones más bellas de occidente. Un edificio vivo donde se entrelazan pinceladas de dos reinados que marcaron el devenir de la historia.
La conquista musulmana y origen de la mezquita de Córdoba
La expansión del pueblo musulmán hacia occidente tuvo lugar a mediados del siglo VII. Tras años de arduos conflictos y conquistas decidieron, en el año 711, cruzar el Estrecho de Gibraltar. Ahí fue cuando se produjo la conocida Batalla de Guadalete que destituyó del poder al imperio visigodo y otorgó el control de la península a los musulmanes, consagrando el Al-Ándalus.
La situación privilegiada de la ciudad, en una cuenca fértil y a las orillas de un río navegable, dio lugar a que en el año 756 Abd al-Rahman I instaurara el Emirato independiente de Córdoba. A partir de ahí, Córdoba entró en un periodo de esplendor que perduró durante los años venideros. Por este motivo, llegando al año 784, el califa ordenó construir la Gran Mezquita como manifestación de poder, siendo la primera construcción de tal envergadura para el pueblo musulmán.
Antes de la edificación del templo el culto islámico se acogía en la antigua basílica de San Vicente, donde los seguidores de Alá compartían su espacio con los cristianos. Por tanto, en un alarde de supremacía, Abderramán compró el espacio entero para su posterior demolición y levantamiento de la nueva mezquita, cuya obra tardó aproximadamente dos años.
Una orientación muy singular
Es bien sabido que las personas que profesan el islam deben rezar mirando a La Meca, por lo que sus templos están orientados en esa dirección. Sin embargo, la Mezquita de Córdoba difiere de todos lugares de culto ya que se encuentra orientada hacia el sur, mientras que La Meca se sitúa al sureste. Curioso, ¿verdad? Lo cierto es que no hay una explicación oficial sobre el motivo, pero si que se han planteado diversas teorías:
La más compartida es que la orientación del templo se vio condicionada por los edificios colindantes. Como hemos expuesto anteriormente, el espacio que ocupa la mezquita fue en su origen la Basílica de San Vicente y esta se encontraba dentro de un complejo episcopal. Por tanto, los arquitectos que la diseñaron tuvieron que adaptarse a las limitaciones del espacio disponible.
Otros dicen que como los omeyas procedían de Damasco (Siria) y allí La Meca se encontraba al sur, cuando llegaron a la península imitaron la misma orientación. No obstante, hay quien piensa que la orientación del edificio se debe a un error. Sin embargo, esta teoría es la menos aceptada entre los historiadores ya que se ha demostrado que los musulmanes que la construyeron tenían amplias nociones de astronomía y matemáticas.
Una construcción a lo largo del tiempo
La Mezquita que hoy en día conocemos no es la que se construyó en una primera instancia. La grandiosidad de este edificio nace fruto de diferentes transformaciones hasta convertirla en la extraordinaria obra de arte de la actualidad.
La primera edificación tuvo lugar con Abderramán I, quién ordenó levantar once naves. Su diseño se vio claramente influenciado por el estilo romano y visigodo, pueblos que acaban de pasar por la península. A partir de ahí, comenzaron una serie de ampliaciones. La primera fue en el siglo IX de la mano de Abderramán II, sucesor del anterior califa. Este hizo aumentar el número de naves (alcanzando la cifra de diecinueve) y cambió el muro de la quibla por uno nuevo. La participación posterior de Abderramán III fue dedicada a la remodelación del alminar y al ensanche del patio de los naranjos.
La llegada al poder de Alhaken II conllevó la ampliación más significativa de la época. Coincidiendo con el momento de mayor esplendor del califato, se derribó el antiguo mihrab y se aumentó el tamaño de la sala de oración. Las paredes y columnas se cubrieron de mosaicos y atauriques como signo de poderío y grandeza. Datada del mismo siglo, se produjo la ampliación de Almanzor. Tercera y última extendió la superficie de la mezquita hasta 8.600 metros cuadrados, posicionándola como la más grande del mundo fuera del califato de Damasco.
La caída del califato a comienzos del siglo XI trajo consigo una época de gran declive. La falta de autoridad y la instauración de los primeros reinos de taifas conllevó un periodo de saqueos y asaltos. No fue hasta 1162 cuando Abd al-Mumin, califa almohade, mandó erigir de nuevo a Córdoba como capital de al-Ándalus y por ello se trabajó en la restauración de diversos monumentos.
El punto final como templo islámico se puso tras la conquista castellana. La mezquita se convirtió en catedral bajo las órdenes de Fernando III, aunque todavía no se realizaron grandes modificaciones en su arquitectura. El añadido más característico durante la época cristiana fue la Capilla Real. Aunque se desconoce la fecha con exactitud, se piensa que su construcción comenzó en 1372 durante el reinado de Enrique II. Su diseño sigue un estilo mudéjar muy marcado y cuenta con una cúpula cubierta de estuco, una bellísima decoración propia de la arquitectura nazarí.
Los mayores vestigios del pueblo musulmán fueron quedando desplazados una vez que se levantó, en medio de lo que era la antigua mezquita, la Capilla Mayor. Este hecho supuso una enorme ruptura con el estilo arquitectónico presente en el edificio, creando un espacio con una clara inspiración renacentista.
Los siguientes siglos se dedicaron a realizar diversas restauraciones a algunos mosaicos islámicos que se habían ido perdiendo con el paso de los años, ya que a partir del siglo XIX se centraron los esfuerzos en recuperar elementos de la cultura andalusí.
Todo esto ha conllevado que la Mezquita-Catedral de Córdoba sea declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y uno de los mayores atractivos turísticos de la provincia.
Los que nos encontraremos al visitar la Mezquita de Córdoba
Las puertas de la Mezquita Catedral
Los visitantes que acuden a visitar la Mezquita de Córdoba suelen centrar su atención en el interior de sus muros, olvidándose en algunas ocasiones de la importancia de las puertas de acceso. Concretamente, la Mezquita-Catedral cuenta con, ni más ni menos, que diecinueve puertas. Cada una de ellas alberga su propia historia y tiene una posición estratégica diferente.
Una de las más conocidas es la Puerta de los Deanes. Permite el paso al patio desde la calle Torrijos y es, según han documentado algunos historiadores, una de las más antiguas. Recibe este nombre porque era el lugar por donde entraban los deanes (sacerdote que dirige el cabildo catedralicio) cuando iban a tomar el cargo. A su lado, casi llegando a la esquina oeste, se encuentra la Puerta del Postigo de leche. En este caso, su denominación tiene que ver con el abandono infantil ya que era el lugar destinado al depósito de menos sin familia que necesitaban ser alimentados y adoptados.
Si nos movemos hacia el muro norte, veremos la que se considera la entrada principal al templo. Lo que la difiere del resto de puertas es que se sitúa en la base del alminar formando un impresionante conjunto. Para su construcción se emplearon dos arcos de herradura que atrapan las miradas curiosas de los foráneos, uno se encuentra de cara al patio de los Naranjos y el otro da a la calle. Además, su muro está decorado con tres pinturas que honran a San Rafael, San Gabriel y Nuestra Señora de la Asunción.
Terminando con el lado norte, nos encontramos con la Puerta del Caño Gordo, llamada así por la fuente situada justo a su lado. Su diseño es más sencillo que los anteriores, debido a que su última remodelación se inspira en el estilo neoclásico.
La segunda entrada de más relevancia histórica desde que la mezquita se consagró como lugar de culto cristiano es la Puerta de Santa Catalina. Su uso se centra mayoritariamente a las ceremonias religiosas, como es el caso de la Semana Santa donde las procesiones acceden a la catedral a través de ella.
Por último, no podemos olvidar la Puerta de las Palmas. Antiguamente denominada como Arco de las Bendiciones, era el lugar donde tenía lugar una de las partes del rito de coronación del nuevo rey. Reformada en el año 1533 por Hernán Ruiz se incluyeron, sobre el arco de herradura, las figuras que representan la Anunciación de la Virgen.
El patio de los Naranjos
Cruzar cualquiera de las puertas mencionadas nos lleva a otro de los espacios más característicos de la Mezquita de Córdoba: el Patio de los Naranjos. Su impresionante belleza va preparando al visitante para lo que se va a encontrar conforme continua la visita por el interior del templo y es que este imponente patio de 130 metros cuadrados está formado por un sinfín de naranjos y palmeras que configuran un escenario de gran colorido y encanto.
Sin embargo, como curiosidad os desvelamos que no es el único lugar que recibe el nombre de patio de los Naranjos ya que hay otros espacios con la misma denominación. Concretamente, a pocos de metros de este, podemos disfrutar de otro, aunque las dimensiones no son para nada comparables. También hay otro patio de los naranjos en la Catedral de Sevilla y otro en la Catedral de Las Palmas de Gran Canaria.
A lo largo de la historia, este lugar ha tenido diferentes usos en función de quien estuviera al poder y es que al igual que el conjunto arquitectónico en su totalidad, su aspecto y dimensiones ha ido cambiando con el paso del tiempo. Durante la etapa del califato, la fachada norte de la Mezquita se encontraba abierta al este patio, por lo que era el espacio donde tenía lugar las abluciones (ritual de purificación del cuerpo por medio del agua que tiene lugar antes de la oración) y también se celebraban juicios y se impartía enseñanza. Con la conquista cristiana, se produjeron diferentes modificaciones. La arquitectura del recinto cambió por completo debido al cierre de la fachada norte y la construcción de nuevas capillas. Esto dio lugar a la división del jardín en tres sectores donde cada uno de ellos se encontraba presidido por una fuente de estilo renacentista.
La primera vez que se tiene conocimiento de la presencia de naranjos en el patio fue en 1512. Sin embargo, no se sabe como estaban repartidos ni la cantidad. Años más tarde, en el siglo XVII hay referencias de que se encontraban plantados un total de 80 naranjos, junto a otros árboles como cipreses, olivos y palmeras.
Recientemente ha tenido lugar en el recinto distintos trabajos de arqueología ya que se han podido encontrar algunos restos del antiguo edificio sobre el que se levantó la Mezquita de Córdoba. Para disfrutar de la postal más mágica de este lugar te recomendamos que entres por la Puerta del Perdón ya que situado en este estratégico punto podrás deleitarte con la escena que conforman los naranjos con la prominente torre del campanario, la sucesora del alminar que caracterizaba el templo musulmán.
El interior de la Mezquita
Cruzar hacia el interior del monumento supone adentrarse en un impresionante bosque de columnas. La belleza de estas piezas arquitectónicas son un claro ejemplo de la majestuosidad del pueblo musulmán, que empleó grandes esfuerzos en convertir el edificio en uno de los más importantes del califato.
Las columnas se encuentran unidas por arcos de medio punto y arcos de herradura que, en su totalidad, forman una de las estructuras artísticas más características de la Mezquita, llegando incluso a convertirse en un símbolo de la capital cordobesa.
El recinto se encuentra dividido en cinco zonas diferentes que se corresponden con las ampliaciones mencionadas. Cada una de ellas desprende una esencia única y esconde importantes sucesos de la historia de Córdoba. La pared de la Quibla, el Mihrab, la Capilla de Villaviciosa y la Capilla de Sagrario son los puntos de interés que no te puedes dejar atrás en tu visita. Sin olvidar los enterramientos de algunos de los miembros más importantes de la Corona castellana.
Entradas
La entrada a la Mezquita Catedral se puede comprar online o en las taquillas presentes en el Patio de los Naranjos. La visita al patio es totalmente gratuita, mientras que para acceder al interior del monumento hay que pagar lo siguiente:
Entrada general: 11 euros
Entrada reducida:
- Personas mayores de 65 años o titulares del carnet joven: 9 euros
- Niños cuya edad está comprendida entre los 10 y 14 años, discapacitados hasta el 64% y adultos miembros de familia numerosa: 6 euros
- Niños de 10 a 14 años miembros de familia numerosa: 4 euros
Entrada gratuita
- Personas nacidas o residentes en Córdoba
- Menores de 10 años
- Discapacitados con un grado superior al 64% con un acompañante
El horario dependerá del día que quiera realizarse la visita, por tanto te recomendamos que consultes su página web para asegurarte de que se encuentra disponible para el público.
Visita Nocturna
Si quieres vivir una experiencia única, te recomendamos que te decantes por una de las visitas más exclusivas que ofrece la Mezquita Catedral: La visita nocturna el Alma de Córdoba. ¿Quieres saber de que se trata? Sigue leyendo y te lo contamos todo…
Sumergirse en la esencia de la Córdoba califal, conocer el alma más puro del templo y sentir una experiencia única es totalmente posible. El Alma de Córdoba es una ruta guiada que ofrece al visitante un espectáculo sorprendente. Entrando por la Puerta de los Deanes, se accede al Patio de los Naranjos donde da comienzo la singular aventura. Ahora mismo probablemente te estarás preguntando: “¿Qué hace especial a esta visita de las otras que tienen lugar durante el día? Pues bien, la singularidad de este encuentro nocturno es la participación de la tecnología. La fusión de luces, sonido e imagen aporta una impresionante ambientación que te embarca en un viaje a través de las distintas transformaciones históricas y artísticas que tuvieron lugar en el monumento. Es decir, el paseo por el interior del templo se realiza bajo una luz muy tenue que hace contraste con la fuerte iluminación que recibe cada uno de los puntos de interés de la visita.
Si quieres conocer más información acerca del precio, los horarios y la disponibilidad puedes consultarlo aquí.
Cómo llegar a la Mezquita de Córdoba
La localización exacta del monumento es la calle Cardenal Herrero nº1. Este lugar se encuentra próximo a la orilla del Guadalquivir, por lo que es muy fácil llegar a el a través del Paseo de la Ribera. Lo más cómodo es ir caminando ya que de esta manera puedes pasear por el casco histórico de Córdoba y conocer los bellísimos rincones que esconden las callejuelas empedradas.
Sin embargo, si prefieres otras opciones puedes llegar de la siguiente forma:
Desde la estación de tren o autobús:
- Línea 3 en dirección Fuensanta y bajarse en la parada San Fernando
- Línea 5 en dirección Ciudad Sanitaria hasta la parada Glorieta de Media Luna
Para ir en coche se encuentran cerca los siguientes aparcamientos:
- Parking la Mezquita de Córdoba en calle Cairuan 1
- Aparcamientos públicos en los Jardines de la Victoria
También hay una parada de taxis “Mezquita-Catedral” en la calle Torrijos nº6.
Los alrededores de la Mezquita Catedral
La situación de la Mezquita no puede ser mejor. Y es que enclavada en el corazón del casco histórico de Córdoba se encuentra rodeada de un laberinto de callejuelas encaladas que conforman el barrio de la judería. La visita al templo no debe quedarse únicamente en su interior, sino que perderse por este entresijo de calles es la mejor manera de viajar al pasado y descubrir el alma de la ciudad.
Suelos empedrados, pasadizos estrechos, paredes blancas llenas de flores mantienen viva la herencia hebrea y cautivan las miradas de hasta el más impasible visitante. Rincones que conocer hay muchos, pero nosotros te vamos a hacer un resumen de los que si o si tienes que ver:
La sinagoga
Situada a pocos pasos del templo, en la calle Judíos, se encuentra una autentica maravilla mudéjar. Su privilegiada conversación la situada como una de las cuatro que todavía se mantienen en España
La calleja de las flores
Sin lugar a duda es un must see en toda regla. Macetas llenas de flores de colores rompen la blancura de una estrecha calle que desemboca en una hermosa plazoleta y como colofón se puede apreciar la imponente Torre del Campanario de la Mezquita-Catedral. Una estampa que quedará en tu memoria para siempre.
Calleja del Pañuelo
¿Sois capaces de adivinar el por qué de su nombre? Todo viene porque es uno de los pasajes más estrechos de toda la ciudad, tanto que se dice que su anchura coincide con la de un pañuelo totalmente extendido.
Por último, no podemos olvidar las sensacionales vistas de la Mezquita Catedral desde el Puente Romano. Solo tienes que andar unos cuantos metros, cruzar la conocida Puerta del Puente y llegar a otro de los monumentos más imponentes de Córdoba. Sus arcos se alzan sobre el río Guadalquivir y si llegas hasta la orilla más alejada podrás disfrutar de una de las postales más típicas de la antigua capital del califato. Además, si quieres poderle la guinda a un día insuperable de turismo, te recomendamos que vayas al atardecer. La caída del sol, el cielo anaranjado y la Mezquita a lo lejos crean un paisaje de una belleza incalculable.