Fachada Castillo de Chambord

Visitar el Château de Chambord: uno de los castillos palaciegos más influyentes del mundo

En francés la palabra château significa castillo, pero dentro de la cultura anglosajona esta palabra tiene un significado mucho más específico que es el que nos agarraremos para este artículo. Y es que en el mundo francés se define como una construcción palaciega que puede tener elementos en común con un castillo y que puede servir tanto como residencia fija de un personaje poderoso como su casa de campo. En este caso trataremos sobre uno de los chateaux más icónicos del mundo y que ya nombramos de una manera resumida en la primera ruta por el Valle del Loira, nos referimos al Château de Chambord.

Esta construcción hecha durante el siglo XVI es uno de los palacios más famosos de ésta categoría en todo el mundo, ya que tanto por estética como función es sumamente representativo de un cambio de mundo respecto a las anteriores bases medievales. Como iremos tratando durante los siguientes párrafos, este Château va relacionado a unas bases de estética equilibrada renacentista y a una función de hogar y lúdica, dejando de lado la vertiente defensiva.

Evidentemente, hay unas razones de fondo muy a tener en cuenta y que facilitaban este cambio en el caso del castillo de Chambord.

El contexto y aspecto del Château

El momento de construcción del edificio fue entre 1519 y 1547, bajo el reinado del rey Francisco I de Francia. Este monarca ya contaba con dos castillos de un estilo más fortificado en Blois (que ya tratamos en la visita por la ciudad) y en Amboise y buscaba tener una residencia destinada a su afición por la caza. Con este objetivo planteó un proyecto fastuoso que fuese diseñado por algún artista renacentista de relevancia y que le sirviese para reivindicar su poder y categoría como monarca. Para esa función se tomó a uno de los arquitectos con más renombre del momento, Domenico da Cortona.

A través de él y de las ideas de Leonardo da Vinci, que residía en Amboise muy cerca del monarca, harían un diseño liberado del corsé defensivo. La libertad para desarrollar los nuevos conceptos del Renacimiento era total y el rey quería que el aspecto del edificio recordase a las vistas de Constantinopla (actual Estambul). Con eso se refería a una construcción densa a nivel de edificios, torres y sectores como si de una ciudad se tratase. Ante esa ambición desmedida debemos concretar cifras: 8 torres, 440 cámaras, 84 escaleras y 365 chimeneas. La pomposidad y la estética estaban por encima del funcionalismo.

Además, el recinto está ordenado buscando el equilibrio entre las partes y las formas geométricas que faciliten la simetría. La zona exterior, mucho más baja que la auténtica fachada principal, sigue una forma rectangular que le otorga un patio de recepción al palacio. Pero su poca altura ya nos está revelando que no se busca una función de muralla respecto al edificio principal, sino creando una especie de espacio protocolario. Sus cuatro torres laterales siguen siendo una reminiscencia al mundo medieval y no son la única de su diseño. Esto se debe a que el edificio vive en el impás entre los gustos góticos y renacentistas, pero tengamos claro que en el mundo francés sería un elemento particular y duradero de su Renacimiento.

Otro elemento en el que se sobradamente denota la influencia gótica son los tejados a dos aguas, muy apuntados o las torres de tejado cónico. Si además lo presentamos de una forma tan masificada y sin buscar ese equilibrio visual, pues nos refuerzan el concepto de un diseño híbrido. Pero lo que dentro de algunos sectores muy puristas del arte se tomaría como algo negativo por no ceñirse a un guión concreto, en realidad es una búsqueda de hacer la obra más refinada pero pomposa de su tiempo. La pompa está en su aspecto exterior, pero su elemento intelectual se ve en el interior y en sus planos en los que reina el orden.

El edificio principal tiene una base cuadrangular y unos pasillos internos en forma de cruz griega, queriendo recordar el formato de varias iglesias y basílicas destacables renacentistas. Pero un ingrediente en el centro de esta estructura es el que nos confirma que los ideales renacentistas irrigan el interior de la misma. La escalera de doble espiral tiene una función de espina dorsal para ascender sus tres plantas y emana ese intelectualismo y cálculo para lograr ese resultado. Los pasamanos y las barandillas tienen una decoración evocando el mundo clásico, muy típico del mundo renacentista. Y otro elemento muy destacable es la entrada de luz a la escalera a través del remate de la torre (o linterna) que ventila el interior y deja pasar la luz exterior.

En la parte superior del edificio central hay un gran balcón que nos permite disfrutar de las vistas del camino que sirve de pasarela de entrada por delante. Por detrás, podemos ver el jardín tan perfectamente escenificado frente al río Cosson que de nuevo sigue este espíritu renacentista/clasicista del orden idílico. El hecho de andar por la parte superior nos hace poder entender y apreciar este contraste entre complejidad y elegancia de los tejados. Las torres, las chimeneas y los techos a dos aguas son imponentes y dan una sensación de andar entre gigantes. Curiosamente estas sensaciones tienen una relación más estrecha con las catedrales del gótico francés con su imponente presencia que hace sentir a sus visitantes como hormigas.

El paso de los siglos en Chambord

Si volvemos al interior, veremos las cambras del palacio muy ricamente adornadas y con un mobiliario fijo de gran belleza, pero la realidad no siempre era así. Durante la época de. Francisco I, este château tenía una función de residencia temporal a la que se trasladaba la familia real con una corte de unas 2000 personas. Eso convertía en un problema tener todo el mobiliario fijo que se necesitaría sin ningún cuidado y mantenimiento. La solución que se aplicaba era usar decoraciones de quita y pon y mobiliario más portable, que igualmente no les ahorraba el hecho de que cada traslado temporal a Chambord desde Amboise fuera como una carísima rua. Estas complicaciones y el hecho de que la residencia real se fué trasladando a las cercanías de París, tendrían al château en un cierto ostracismo.

Esta realidad duraría unos 80 años tras la muerte de Francisco I y se debe añadir que toda la obra no estaba terminada por entonces. Sería el rey Luís XIV a partir de la segunda mitad del siglo XVII quien retomaría la relación con el château y finalizaría las cuadras y financiaría la canalización del río Cosson que actualmente vemos tras el castillo. Con la estructura actual finalizada, el palacio viviría su apogeo como vivienda en el siglo XVIII y hasta la Revolución Francesa. El suegro de Luís XV, el rey Estanislao I de Polonia, residió entre 1725 y 1733 y luego pasaría a manos del mariscal de Sajonia en 1745. Pero la llegada de la revolución y el siglo XIX supondría de nuevo la inestabilidad de este espacio.

Saqueos, herencias, ventas, ser ofrecido como regalo; parecía que la antes gran obra magna con la que Francisco I impresionó al Emperador Carlos V ahora resultaba un estorbo que nadie quería. Finalmente en 1930 el castillo y sus 5440 hectáreas de parque circundante pasaron a ser propiedad del Estado y ofreciéndole la posibilidad de volver a ser transitado y relevante. Actualmente la segunda planta del castillo acoge exposiciones temporales que ofrecen un aliciente extra para ser visitado y los jardines, reformados en 1971 son una delicia para un buen paseo.

La capilla que hay en la torre oeste es otra de las partes interesantes a visitar, ya que aunque hablamos de un palacio, se percibe un ambiente hogareño o de parroquia de pueblo. También hay opción de poder ir a las cuadras y ver espectáculos de caballos. La oferta es sumamente variada y se percibe una voluntad de aprovechar todo el potencial que ofrece, cosa que el público ha captado, llegando a haber picos de 700.000 visitantes al año. Y aún con las inundaciones que sufrió en 2016 por el desborde del río Cosson y que generaría algunos daños, el Château de Chambord está viviendo seguramente el mejor momento de su historia.

Como llegar

El aeropuerto más práctico para desplazarse hasta Chambord es el Paris-Charles de Gaulle. A partir de ese punto dentro de París debemos combinar el bus EX93 desde la parada Tour de Controle y hasta Pablo Picasso donde se tomará la línea 5 de metro. El recorrido de la línea lo seguiremos hasta la parada Austerlitz y nos tocará hacer cambio con la línea de tren TER y el recorrido será Austerlitz-Gare de Blois/Chambord. Finalmente, en Blois se puede tomar la línea de bus U S2 hasta la parada Chambord-Château de Cheverny que nos dejará a 4 minutos andando del Château de Chambord por un camino tras una barrera levadiza.

Horario

Del 28 de octubre al 29 de marzo: de 9 a 17 horas (temporada baja)

Del 30 de marzo al 27 de octubre: de 9 a 18 horas (temporada alta)

Del 1 de noviembre al 17 de diciembre: de 9 a 17 horas

Precios

Precio del castillo y jardines: 14 euros (precio normal) 12 euros (precio reducido), Gratis (menores de 18 años, 18-25 años a ciudadanos de la Unión Europea)

Contacto

Teléfono: +33 254 50 40 00

Web: chambord.org

Dirección: Château, 41250 Chambord, Francia (ver en Google Maps)

Mapa con ubicación del Château de Chambord

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