Tokio

La Torre de Tokio

El símbolo por excelencia del Japón post-imperial; esa visión perenne en los cielos de Tokio. La Torre de Tokio ha sido la responsable de hacer posible la televisión en toda la región de Kanto desde 1958 hasta 2013, trece años después de las tragedias de Hiroshima y Nagasaki. Este monumento también sirvió para reivindicar que Japón estaba de vuelta en el panorama internacional, sembrando el terreno para lo que se convirtió en un evento que forma parte de la historia: el milagro económico japonés.

Ubicación

Contexto histórico

La Torre de Tokio inicio su historia y transmisión de ondas electromagnéticas el 23 de Diciembre de 1958, dos días antes de Navidad, cuando las familias más abusan de sus aparatos televisivos. Tardando solo 18 meses en ser construida, dicha torre llegó a la sorprendente altura de 333 metros, cosa que si hoy parece poco, en su contexto histórico fue un hito innegable que bañó el cielo de Tokio con un mensaje muy claro: la Segunda Guerra Mundial es solo un recuerdo; estamos de vuelta.

Dichas ondas televisivas podían llegar a cubrir una distancia de 110km cuadrados, algo totalmente revolucionario, incluso para los japoneses, reyes de la tecnología y responsables absolutos del mercado electrónico mundial.

Si bien estaba pensada para ser construida en el Parque Wino, al final se decidió hacerlo en el Parque de Shiba. Todo ello por su distancia más elevada respecto al nivel del mar (18 metros). Al separar sus piernas por 88 metros, los constructores usaron más de 165.000 remaches al rojo vivo para forjar las piernas de la torre junto a 45.000 tornillos para acabar de construir el apriete.

El problema real surgió cuando el tráfico aéreo se convirtió en un peligro, ya no solo para el monumento, sino por los aviones per se. Entonces fue cuando se decidió pintarla con una combinación de blanco y naranja, dejándola prácticamente roja, haciéndola destacar incluso entre nubes densas para que los aviones pudieran esquivarla sin problemas. La torre de Tokio se pinta cada 5 años desde su inauguración precisamente para evitar desgracias.

Cierto, las comparaciones son odiosas y no hace falta ser Sherlock Holmes para ver que la Torre de Tokio está claramente inspirada en la Torre Effiel... No obstante, en el día de su acabado final, Japón venció a Francia por 13 metros de altura, convirtiéndose en la estructura metálica de pie más grande del mundo.

Con un coste de 8,4 millones de yenes (53017.07EUR o 56087.87USD), dicha torre iba a ser más alta que el Empire State Building. Por razones de seguridad, pero, se decidió escalarla a 333 metros.

Foto de Tokio

El ingenio de Tachū Naitō

Responsable del diseño y la construcción de su obra magna, Tachū Naitō, conocido en Japón como "Doctor Torre", fue el que tuvo la idea de elegir el terreno cerca del Parque de Shiba para elevar el monstruo de metal responsable de conquistar el cielo nipón. Entre otras de sus obras, Naitō diseñó y construyó dos otras torres de gran importancia como la Torre de TV en Nagoya o la Torre Tutentaku, en Osaka, la cocina de Japón.

Iniciando su construcción el 27 de Junio de 1957, Naitō hizo de ese día una fiesta de la arquitectura, mediatizando el suceso y concienciando al pueblo japonés la importancia de este esqueleto de metal una vez finalizado. Para diciembre de ese año, las cuatro piernas de la torre restaban acabadas, un hito de proporciones bíblicas si tenemos en cuenta los recursos y maquinaria de los años 50.

Cuando encontraron un pequeño fallo de alineación medido por 15mm, se decidió reorganizar la construcción para equilibrar dicho error. Como curiosidad, se utilizó el metal desechado de los tanques americanos en la Guerra de Corea como material base para la reconstrucción de la parte mal diseñada.

Varios nombres fueron barajados para bautizar el monumento, desde La Torre de Japón, La Torre Espacial, La Torre Showa, La Torre de la Paz... Al final se decidió Torre de Tokio tanto por lógica como evidencia geográfica. La construcción se alargó hasta finales 1958 cuando se instaló la antena principal de la torre, la cual parecía un cañón espacial sacada de una película de ciencia ficción de Ed Wood Jr.

Utilizando la misma fuerza de la torre, la antena se elevó a través de un mecanismo interno, el cual utilizó una grúa para elevarla, trasladándola por el interior de la torre hasta ser colocada en su cima como si fuera la pieza final de un retorcido rompecabezas.

El 24 de Diciembre de 1958, después que las personalidades habituales pasaran a hacerse la foto para justificar su sueldo y presencia política, la torre se abrió al público, cosechando más de 3 millones de visitas solamente el primer año. No obstante, no sería hasta Diciembre de 1965 cuando Tokio restaría iluminado cada noche por su monumento estrella gracias a la instalación de un sistema de luces que se mantiene hoy en día en perfecto funcionamiento.

Debido al terremoto de 2011, la antena se dobló, haciendo que las reparaciones pertinentes redujeran su altura por 18 metros. Junto a ello, en 2013 una nueva torre, la Skytree, absorbió las funcionalidades de su hermana mayor, siendo la responsable de transmitir las ondas televisivas por todo Japón.

La Torre de Tokio es considerada hoy en día como la visita turística más importante de Japón.

Visitar la Torre de Tokio

Como hemos comentado, la Torre de Tokio es el lugar más visitado por el sector turístico en la totalidad del país. Para llegar en transporte público, si bien hay ciertos buses que son capaces de hacer el viaje, el tránsito de Tokio, conocido como un terror perenne para los habitantes del lugar, nos dificultaría el viaje. Es mucho más recomendable coger el metro hasta la estación de Akabanebashi, la más cercana al lugar.

Cuando salimos a la superficie, la torre puede ser visualizada a la distancia, concretamente unas pocas calles arriba si cogemos de referencia la salida del metro. Para llegar a ella podemos andar hasta allí por un paseo sorprendentemente tranquilo, rodeado de naturaleza, lo cual nos llevará no más de 10 minutos.

Una vez dentro debemos adquirir nuestro ticket, cosa que nos costará aproximadamente 3000 yenes (18.93EUR o 20.03USD).

Interior de la Torre de Tokio.

Al iniciar nuestro recorrido nos daremos cuenta de algo muy evidente: visitar la Torre de Tokio no es simplemente contemplar el mirador. Antes de llegar a las alturas niponas, nos espera un museo complejo y perfectamente narrado donde encontraremos toda la información necesaria para entender tanto el contexto histórico del monumento, lecciones sobre la historia del Tokio de la época y cómo lucía en los años 50 el barrio de Shiba.

Una vez quedemos satisfechos intelectualmente, podremos tomar un ascensor que nos llevará directos al mirador principal de la torre, 150 metros de vistas sobre la capital de Japón.

Como todo lugar turístico, diferentes máquinas de auto venta nos ofrecerán souvenirs de dudosa calidad como medallas o postales que, por un precio que os harán arquear las cejas, intentan sacar ese plus extra si decidimos optar por apoquinar si necesitamos un recuerdo material del momento.

Una vez acabado el prólogo, viene la trama principal: el mirador superior, al cual se accede también a partir de un ascensor interno. Entonces, para sazonar todavía más nuestra visita se nos regalará una botella de agua o té verde, por si acaso nos deshidratamos por el camino.

A 250 metros hallamos las vistas más espectaculares de una Tokio que parece infinita. Difuminada por un horizonte de neblina donde es difícil hallar una molécula de oxígeno, Japón muestra su excelencia con edificios capaces de desafiar al Monte Fuji en altura y excelencia.

Un piso por debajo de la cumbre, se halla un café por si nos entra la morriña. Y, efectivamente, todo está a precio turístico, así que quedáis avisados.

El epílogo no tiene sorpresa: un ascensor que nos lleva a la salida.

La Torre de Tokio es tanto un monumento de simbología compleja como una construcción basada en el utilitarismo. No obstante, la visita a la misma es de una riqueza cultural inegable, la cual elevará nuestros conocimientos en el campo de la historia japonesa del siglo XX.

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