A lo largo del siglo XX han habido varios artistas que han sido muy llamativos para la opinión pública: Pablo Picasso, Joan Miró, Marcel Duchamp, Jackson Pollock o Frida Kahlo. Pero la persona y paralelamente personaje que más esfuerzos hizo para generar una imagen fuera de su obra plástica fue Salvador Dalí (1904 - 1989). Este artista surrealista había creado un universo a su alrededor a través de sus creaciones, pero también a través de sus opiniones, actitudes y porqué no decirlo, sus muy planificadas actuaciones públicas. Es clave entender que la controversia que buscaba Dalí era parte de la huella que quería dejar en la historia.
Toda la vida han habido personas que han hecho actos grandilocuentes para ser recordados por las generaciones posteriores. Pero Dalí parecía seguir en su vida la expresión de Oscar Wilde: “Hay solamente una cosa peor en el mundo que hablen de ti, y es que no hablen de ti”. Su excentricismo público a ratos parecía opacar la relevancia de su obra de mayor calidad, y es que lo importante era que cuando se marchase de un sitio fuera bien patente que había estado ahí. Por esa razón, cuando el alcalde de Figueres (su ciudad natal), Ramón Guardiola, y su amigo Melitó Casals le ofrecieron dedicarle una sala en el Museo de Figueres con algunas obras suyas, Dalí les respondió: “No quiero una sala para el museo, sino todo un museo para mi”
Peripecias de la construcción del museo
Esta construcción de 1960 se empezaría a llevar a la realidad cuando al año siguiente su ciudad le hacía un homenaje. Dalí, tras visitar varios enclaves de Figueres, se desplazaría a las ruinas del Teatro Principal de la ciudad y declararía que ahí quería hacer su museo. Ese teatro había acogido su primera exposición más de 4 décadas antes y estaba delante de la Iglesia de Sant Pere de Figueres, donde había realizado su primera comunión. Tan simbólico era para él este emplazamiento que incluso quería conservar los muros quemados del teatro como un elemento artístico. Pero rápidamente entendió que el estado del edificio requería de su reconstrucción.
Durante 13 años se estaría en un proceso de reconstrucción y acondicionamiento del antiguo teatro para acoger el nuevo museo. En 1974, teniendo Dalí 70 años, viajaría junto a Ramón Guardiola para ver al dictador Franco y al entonces Príncipe Juan Carlos y asegurar que la inauguración de su obra total se diese en septiembre de ese mismo año. A su edad avanzada, Salvador sabía que esa podía ser su última gran obra, aunque con la vista de la actualidad sabemos que aún quedaban años de recorrido. El Teatre-Museu Dalí seguiría evolucionando hasta 1989, año de la muerte del artista, ampliado y modernizado. Tales eran las dimensiones del espacio, que se había sobrepasado los límites del Teatro Principal y se estarían abarcando partes de la muralla medieval figuerense.
Durante los años 90 se harían algunas restauraciones de las instalaciones como la cúpula y se añadirían un par de salas. Y si hablamos de su catálogo de obras, el Teatro-Museo nos habla de un cambio de corazón por parte del artista. Durante los años 60, Dalí planteaba entregar su legado artístico al Museo del Prado, pero animado por el propósito de su obra total, Dalí modificaría esa directriz para que todo aquello de lo que disponía fuese al nuevo museo (obra propia y creaciones que tenía de otros artistas). Este recinto se convertía por fin en la materialización de su universo creativo y a continuación os haremos un aperitivo de su contenido para abrir vuestro apetito de visitarlo.
El universo de Dalí en el museo
Primera Planta
Tras cruzar por la puerta acristalada que nos da acceso al museo y presentar o comprar nuestra entrada, veremos que el vestíbulo nos ofrece una selección de carteles y decoraciones sobre exposiciones relacionadas al artista o a museos hermanados como el Museo Picasso o la Fundació Miró. A través de ellos se evoca a una estética muy típica de cuando estos artistas vanguardistas estaban en su apogeo. Pero este es sólo el recibimiento, ya que la segunda sala ya nos presenta toda una selección de dibujos del artista de Figueres en los que se puede comprobar la enorme creatividad que tenía.
Este pasillo semicircular nos lleva a izquierda y derecha para ver todo su contenido, pero antes recomendamos dar un paso hacia delante a la sala 3, que era el antiguo patio de butacas del Teatro Principal. En el centro nos encontramos el Cadillac/Taxi Lluvioso con la escultura de La Gran Esther de Ernst Fuchs en su capó. En los muros laterales, esculturas doradas que nos recordarán a la estatuilla del Oscar en versión femenina, nos vigilan frente a las ventanas de los pisos superiores. Detrás del vehículo y sobre una columna de neumáticos al estilo trajano hay una escultura retenida por un neumático y un barco lluvioso que lleva las riendas de la Esther.
Volvemos al recorrido de la sala 2 y hacia el lado derecho seguiremos nuestro camino viendo ya no sólo grandes ilustraciones, sino también objetos que mezclan lo exótico con lo surrealista. Al final del mismo veremos plasmado un número 9 en la pared izquierda junto a las salas 5 (derecha) y 6 (izquierda). La ordenación de salas es un tanto caótica por esa razón os explicamos una ordenación lo más lineal posible. Con esa puntualización hecha, la sala 5, llamada Sala de les Peixateries (Sala de las Pescaderías), nos muestra obras de diferentes periodos de la carrera del artista entre ellas destacando el Autorretrato Blando con Beicon a la Plancha.
El nombre de la sala hace referencia al hecho de que la ubicación de la misma es donde antiguamente se ubicaba el Mercado del Pescado de la ciudad tras la Guerra Civil. En el lado opuesto, la sala número 6 va dedicada a la pintura Violetas Imperiales, que el museo adquirió en 2015. Esta obra nos expresa las incertezas que Dalí tenía en 1938 sobre el ambiente político en Europa, que ya suponía una Guerra Civil en España y con los años la Segunda Guerra Mundial. Las salas 7 y 8 se encuentran tras la sala 6 y sirven para proyecciones. Al salir de este sector y volvernos a situar en la sala 9, a nuestra derecha tendremos las escaleras de acceso a la Sala de la Cúpula.
Segunda planta
Al ascender hasta ella en el muro derecho, tendremos el telón gigante llamado Laberinto con una espectacular pintura de Dalí. En el suelo, centrada, se encuentra una losa bajo la cuál se ubica la tumba del artista y esta recibe la luz de la cúpula geodésica del techo. Su forma pretende emular el ojo de una mosca, la cual tiene múltiples visiones de la realidad. Entre esas visiones que tenían las moscas, habría cabida para la visión surrealista que ofrecía el artista catalán en su obra. Las paredes de esta sala están decoradas de forma muy teatral evocando la función original del lugar, el escenario. Si seguimos la sala por el lado del telón tendremos la sala 4, nuestro siguiente destino.
La llamada Sala del Tesoro, era antiguamente la zona de camerinos del teatro. Dalí decidió hacer de ella la zona donde se encuentran sus pinturas favoritas. Para representar ese hecho pidió ese revestimiento aterciopelado rojo y le dio ese nombre. Podemos certificar la relevancia de varias obras de esta sala en su carrera, como por ejemplo: La Leda Atómica, la Cesta de Pan, Port Alguer o Muchacha de Espaldas. Su valor reside en la calidad de las obras, como representan su variedad de estilos y lo simbólicas que son en la vida de esta mente creativa. Al terminar en esta sala nos dirigiremos a las escaleras de la Sala de la Cúpula que nos llevan al siguiente piso.
Tercera planta
Mirando desde mayor altura la sala, nos percatamos con mayor claridad de cómo este museo nos quiere mostrar la personalidad del artista a través de todas las disciplinas de arte posible. Esta idea se refuerza al entrar a la Sala Mae West, que es la número 11, la cual a parte de notables piezas de pintura, escultura y cartelería, nos ofrece un ingrediente extra. En el centro de la misma hay una recreación visual del rostro de la actriz estadounidense con objetos y mobiliario tridimensionales. Para observarlo bien se debe subir a la escalera doble que nos ofrece la sala y mirar a través de un óculo. Al salir de la sala, tenemos el pasillo que nos conduce a una sala de dibujos y objetos similar a la del piso inferior.
A medio camino de este pasillo hay dos puntos interesantes: una escalera con opción de salida con varios carteles y luego el Palacio del Viento en la sala 15. Esta opulenta estancia fue el sitio donde Dalí hizo su primera exposición junto a otros artistas y su nombre es un homenaje a un poema sobre la zona de l’Empordá y el viento de Tramuntana creado por Joan Maragall. Su decoración es palaciega e incluso dispone de una habitación y un retrato de juventud de Juan Carlos I. El techo nos muestra una pintura que es un homenaje a la Capilla Sixtina, pero con el protagonismo de Dalí y su esposa Gala. En la sala contigua de la izquierda nos podemos encontrar una continuidad de su mundo surrealista incluso rayando lo grotesco, pero destacamos que en ella hay una de sus obras maestras, Gala Placidia.
Al pasar el corredor de dibujos, volvemos a tener una vista amplia de la Sala de la Cúpula y en el muro de nuestra izquierda podemos ver una gran pintura del Busto de Sigmund Freud. Y es que el artista catalán tenía un enorme interés por las ciencias y sobre todo una obsesión por el átomo y la relación de la psicología y la sexualidad. Este último tema sería el que se relacionaría con la figura de Freud y que protagoniza voluntaria e involuntariamente muchas obras del creador. Al fondo del pasillo tenemos una réplica del Moisés de Miguel Angel, uno de los artistas predilectos de Salvador junto a Velázquez, Rubens o Vermeer.
El último tramo de la exposición nos muestra la sala 18 a la izquierda de la réplica de Moisés. Esta sala nos muestra otra obra interactiva rodeada de unos biombos orientales, llamada La Princesa Cibernética. En el fondo de la misma hay una sala octogonal con aspecto de tesoro con bustos y pequeñas piezas artísticas. La sala 19, situada a la izquierda, se dedica a las ilusiones ópticas y las últimas habitaciones se destinan a las exposiciones temporales que se presentan en el Teatro-Museo. Con ello daríamos por terminada nuestra ruta por la última obra maestra de Salvador Dalí y probablemente la forma más bonita que ha tenido en su carrera de dejar rastro de su paso por un sitio. Eso sí con una diferencia, Dalí permanecerá para siempre en su ciudad.
¿Cómo llegar?
Si queremos llegar a Figueres desde Barcelona es recomendable tomar el tren Renfe Avant que nos dejará en las afueras de la ciudad. A partir de este punto nos basta con seguir el Carrer de les Pedreres al exterior de la estación hasta llegar al centro de la ciudad. Eso sí, el nombre de la calle varía 3 veces antes de llegar al siguiente giro que debemos tomar, concretamente: Carrer d’Avinyonet, Passeig Nou i Carrer Pep Ventura. Luego deberemos girar a la izquierda por la Pujada del Castell y ya estaremos perfectamente enfocados al Teatre-Museu.
Precio
- Online: 14 euros (Entrada individual), 9 euros (Entrada reducida)
- Taquilla: 15 euros (Entrada individual), 10 euros (Entrada reducida y grupos de mas de 25 personas)
*Incluye visita al Dalí Joyas en el Museo de Figueres
Horario
De martes a domingo de 10:30 a 18h
Contacto
- Teléfono: +34 972 677 500
- Web: salvador-dali.org
- Dirección: Plaça Gala i Salvador Dalí, 5, 17600 Figueres, Girona (ver en Google Maps)