En 1473, Sixto IV estaba en su segundo año de papado y por entonces ya había hecho donaciones de esculturas que iniciarían la historia de los Museos Capitolinos de Roma así como refundado la Biblioteca Vaticana. Pero como su legado no se podía terminar ahí, ya tenía en mente su siguiente obra. Esta consistiría en una nueva sede en forma de capilla para poderse reunir con la Corte Papal y también oficiar eventos religiosos trascendentes, le llamaría Cappella Magna. Para diseñar el nuevo edificio que la contendría se avisó a Baccio Pontelli, al cual se le ofreció un proyecto múltiple. No sólo elaboraría el aspecto de la capilla, sino que participaría en todo un ambicioso proyecto urbanístico en Roma.
La capilla, un puente sobre el río Tíber (el actual Ponte Sisto), unificar la iglesia de Santo Spirito in Sassia con el hospital del mismo nombre, la refundación de la basílicas de Sant’Agostino y Santa Maria del Popolo o la fachada de la Iglesia de Santi Apostoli fueron algunas de las tareas encomendadas al autor.
El siglo XV estaba siendo una época de renovación artística e intelectual en territorio italiano y en buena parte europeo y Sixto IV quería ser el restaurador de la gloria que la ciudad de Roma había perdido desde hacía siglos. Este contexto en el que nace la actualmente conocida como Capilla Sixtina, era la construcción de los fundamentos del Alto Renacimiento, el apogeo absoluto de la etapa renacentista y uno de los momentos más importantes de la historia del arte.
La historia que debes conocer para visitar la Capilla Sixtina
1481-1483: La culminación del edificio y su primera fase pictórica
La construcción de la capilla se haría entre 1473 y 1481 bajo la supervisión de Giovanni de Dolci y, al finalizar la obra, era necesario embellecer el interior de la misma. Para ello se llamaría a varios de los pintores más destacables del último tercio del siglo XV para que ilustrasen las historias de un personaje del Antiguo Testamento en un muro y otro del Nuevo Testamento en el contrario. Originalmente, estas pinturas comisionadas por Sixto IV ocupaban las 4 paredes de la capilla, pero como veremos más adelante se reemplazarían las obras del muro de entrada y del altar. Estos trabajos empezarían en primavera de 1481 supervisados por el pintor Domenico Ghirlandaio.
Antiguo Testamento: Serie de Moisés
Los pintores que intervendrían eran florentinos y formaría parte de un pacto de paz entre los territorios papales y la ciudad de Florencia. Para ello, Lorenzo de Medici (dirigente de Florencia) le habría enviado a varios de los pintores que más en valor tenía a Sixto IV. Entre ellos se puede destacar a Sandro Botticelli, Piero de Cosimo, Pietro Perugino, Luca Signorelli o el propio Ghirlandaio. Para estudiar su trabajo, primero nos dirigiremos a las escenas de Moisés, las cuales empiezan con La Partida de Moisés a Egipto. Esta obra elaborada por Perugino y su taller tiene detalles estilísticos más primitivos del Renacimiento (representación de la naturaleza, perspectiva) y otros más pulidos (representación de la figura humana).
Esta escena representa el momento en el que Moisés va a Egipto a rescatar al pueblo israelí y empieza la serie a nivel cronológico desde el lado del altar. La siguiente pintura de la serie es Las Pruebas de Moises, donde se nos enseña varios actos de juventud de este hasta que logra rescatar a los israelíes. En este caso Botticelli con su taller se encargan de esta obra y aunque evidentemente sigue los rasgos de la obra anterior, técnicamente tiene varios elementos espaciales más complejos, como Moisés y el séquito israelí andando por el sendero. La tercera pintura nos muestra la obra más distinta en composición de la imagen y paleta de color, El Cruce del Mar Rojo.
Ghirlandaio, junto a Cosimo Rosselli y Biagio d’Antonio Tucci, crearon una imagen mucho más oscura y dramática en la que se nos muestra a toda la caballería egipcia hundiéndose en el Mar Rojo, frente al grupo de Moisés mirando desde la orilla. Continuamos con El Descenso del Monte Sinaí, que nos muestra como Moisés baja de esta montaña con las tablas de los Diez Mandamientos y su enfado al descubrir que su pueblo está venerando a un ídolo pagano. Se duda de si esta pintura fue hecha por Piero de Cosimo o Cosimo Rosselli, pero sigue con la línea vista en las dos primeras escenas a nivel de estilo.
La innovación llega en El Castigo de los Rebeldes de Sandro Botticelli.
Este fresco mural ya demuestra muchas novedades en temas de perspectiva, realismo e incluso teatralidad. Claramente Botticelli demuestra ser de los artistas que refinó el lenguaje del Renacimiento italiano. La imagen nos representa la rebelión israelita contra Moisés, su hijo Aaron y su sucesor Josué debido al cansancio del viaje y las pruebas que les supone llegar a la Tierra Prometida. El arco que vemos de fondo en la imagen representa el Arco de Constantino que hay en el Campus Martius de Roma. Añadir este tipo de elementos es una búsqueda de ennoblecer el momento que estaban viviendo en la Península Itálica.
La serie se cierra con El Testamento y Muerte de Moisés, obra hecha mayoritariamente por Bartolomeo della Gatta y que recibiría los últimos retoques por parte de Luca Signorelli y Domenico Ghirlandaio. Esta pintura de nuevo sigue el patrón conocido en varias escenas anteriores y confirma el liderazgo estilístico de Ghirlandaio (el cual notaremos igualmente en la otra serie de pinturas inferiores de la sala). En ella se nos muestra los últimos momentos de la vida del profeta Moisés y el legado que deja a sus sucesores. Este conjunto de pinturas busca mantener un diálogo visual y de paralelismos con las pinturas frontales dedicadas a la obra de Jesús.
Nuevo Testamento: Serie de Jesús
Las otras seis escenas dedicadas a los actos de Jesús serían realizadas por el mismo grupo de artistas. La primera de ellas es el Bautismo de Cristo de Pietro Perugino, en ella existe un paralelismo clave con la obra del mismo artista que hay enfrente. En la Partida de Moisés a Egipto, hay una circuncisión de Eliezer representada (segundo hijo de Moisés), el cual le salva la vida al profeta de una muerte por parte de Dios. Con esto se haría un paralelo con la figura de Cristo, ya que el bautismo ejercido por San Juan Bautista sería una circuncisión espiritual para Jesús. El estilo del paisaje donde ocurre la escena es muy similar al de las obras de los Primitivos Flamencos que se hacían desde principios de siglo en los Países Bajos.
Igual que con la primera escena de cada serie, en la segunda el artista coincidiría. En este caso Botticelli se encarga de dar respuesta con la figura de Cristo a Las Pruebas de Moisés. Y es que Las Tentaciones de Cristo son la muestra de un Dios que pone a prueba a sus enviados a la Tierra. En este caso Jesús es tentado varias veces por el diablo en el desierto para alejarlo de su objetivo sagrado, pero la obra nos pretende mostrar la fuerza de la virtud ante el hambre, la duda o la ambición. Curiosamente en este fresco, Botticelli nos muestra una de las obras de la Restauratio Urbis (restauración urbana) que llevaba a cabo Sixto IV en Roma, nos referimos al templo de Santo Spirito in Sassia.
En la siguiente escena, parece que el diálogo entre Moisés y Jesús queda algo desordenado. Eso se debe a que La Vocación de los Apóstoles de Ghirlandaio no parece hablarle a la tercera escena del cruce del Mar Rojo de Moisés hecha por él mismo, sino a la escena en la que el profeta asciende al monte Sinaí a por las tablas. La clave para pensar eso es el hecho de que se nos representa a Cristo (la figura de Dios en la Tierra) dando la responsabilidad de difundir la palabra a San Pedro, creando un símil de Moisés teniendo que transmitir los mandamientos. Igualmente ocurre con El Sermón del Monte, la cual sigue interactuando con la cuarta e incluso la sexta escena de los actos de Moisés.
Eso se puede notar ya que a parte de la evidente referencia al monte, en esas dos obras se nos muestra a un Moisés ofreciendo un sermón a sus discípulos, al igual que hace Cristo en esta escena atribuida a Cosimo Rosselli. En cambio, podemos decir que sutilmente esta pintura le devuelve el favor al Cruce del Mar Rojo, ya que en los dos se nos hace referencia a un milagro de cada personaje: Moisés abre las aguas para cruzar el mar y Cristo cura a un leproso. Con esta aclaración hecha, nos podemos dirigir a otra de las pruebas de que en esta época se estaba haciendo la transición de un Renacimiento más primitivo a otro en el que apremiaba mucho más la sofisticación, orden y epicidad.
En La Entrega de las Llaves, se nos representa el momento en que Cristo le da a San Pedro las llaves que simbolizan la entrada al cielo y la representación de la palabra de Dios. En el fondo centrado se nos representa un templo que seguiría el cànon arquitectónico del Renacimiento establecido por Leon Battista Alberti en De Re Aedificatoria. Con ello Pietro Perugino nos muestra la aceptación por el nuevo modelo de arte que se estaba haciendo en esos tiempos. Finalmente en La Última Cena, se cierra el símil entre Moisés y Cristo, a través de mostrarnos los últimos momentos de vida de este último. En esta pintura Rosselli nos vuelve a manifestar el concepto de transferir el legado a los súbditos y el sacrificio personal para obtener la salvación.
Hay dos escenas perdidas que iniciaban las series de Moisés y Jesús que nos hablaban de su momento de natividad o de eventos sucedidos como recién nacidos. Estas estarían ubicadas donde actualmente está El Juicio Final de Michelangelo. Otra anécdota interesante es que había intención de renovar el contrato de Sandro Botticelli para que continuase decorando la Cappella Magna, pero la noticia de la muerte de su padre le haría renunciar a tal labor y volver a Florencia. Igualmente, durante el periodo en el que se pintaron las vidas de Moisés y Jesús, también se elaborarían los retratos de los Papas que quedan en los laterales de los ventanales.
1508-1519: El techo y tapices de la capilla como cúspide renacentista
Para inicios del siglo XVI, el proceso de recuperación urbana iniciada por Sixto IV estaba en plena efervescencia, haciendo que Roma progresivamente desplazase a Florencia como capital de expansión del Renacimiento. Con este panorama, un artista florentino que estaba construyéndose una altísima reputación sería llamado por el Papa Julio II en 1508. El pontífice tenía en mente pintar a los Doce Apóstoles en las pechinas triangulares de encima de los ventanales y hacer un ornamento para la parte central del techo. El artista en cambio, siendo un joven treintañero experimentado y ambicioso, pidió al Papa libertad creativa para expandir el proyecto a cotas nunca vistas. Ese joven se llamaba Michelangelo.
El artista ya había tenido experiencias anteriores con el Papa esculpiendo su tumba, la cual era una tarea que postergó durante décadas y que le valió una relación con el representante de la Iglesia que iba desde la riña a la confianza plena en su talento. Este último factor sería el que le conseguiría la labor, la cual expondremos de forma muy sumaria. En los arcos sobre los ventanales se sitúan diferentes ancestros de Jesús en grupos de dos y sobre ellos unas pechinas triangulares en los que aparecen familiares de estos personajes o escenas dramáticas. Alrededor de las escenas principales del techo hay unas figuras desnudas junto a las que hay unos medallones con escenas del Antiguo Testamento.
El Génesis: Creación, Adán, Eva y Noé
Probablemente la parte más representativa del techo de la capilla son las pinturas ubicadas en el centro y que vienen rodeadas de todas las escenas y personajes que os mostramos en el esquema superior. Por esa razón, vamos a dar algunos apuntes breves sobre estos frescos los cuales se pueden considerar entre las creaciones más simbólicas de este periodo de la humanidad. Para ello primero cabe resaltar que el orden de las escenas va desde el altar hasta la puerta a nivel cronológico, pero que visto a la inversa representaría el concepto de purificación del alma desde que se entra hasta que se llega al altar donde se recibe la Comunión.
La primera escena de la secuencia es Dios Separa la Luz de la Oscuridad, la cual varios investigadores de arte han especulado que retrata la postura en la que Michelangelo pintaba los frescos sobre una plataforma que él mismo diseñó. Si continuamos con la narrativa nos encontramos Dios Crea el Sol y los Planetas, obra que destaca por su sencillez de composición pero su gran trabajo en los ropajes y en la anatomía. A esta obra también se la llama la Creación del Sol y las Plantas, ya que se puede interpretar la esfera con vegetación como cualquiera de los dos conceptos. La creación del mundo se cierra con Dios Divide el Agua y la Tierra, tema que se representa de una forma un tanto abstracta ya que tras la figura divina hay el horizonte del mar arriba y el horizonte de la tierra debajo.
La Creación de Adán inicia el relato ilustrado de la creación humana por Dios, ofreciéndonos una de las imágenes más reconocibles de la cultura occidental. En ella vemos a hombre y divinidad acercando dedos, para que el primero reciba la consciencia y el alma del segundo. Curiosamente el manto de dios se interpreta por su forma como un cerebro (inteligencia/consciencia) o como un útero materno (concepción de la vida). Técnicamente se nota que Michelangelo era escultor ya que procura trasladar las propiedades de la escultura a la pintura a lo que se refiere al cuerpo humano. La Creación de Eva, por otro lado parece más un acto de diálogo entre Dios y la mujer tras ser esta creada con una costilla del desfallecido Adán. Gran corporeidad con paisajismo simplista.
Algo más desarrollado es La Tentación de Adán y Eva y Su Expulsión del Paraiso, debido a que requiere algo más de naturaleza y personajes para contar el Pecado Original y su desenlace. Y finalmente tenemos las tres escenas de Noé, las cuales están desordenadas a nivel cronológico, pero situadas de tal manera que van desde el humano pecador sobre la puerta de entrada (Noé Ebrio y Deshonrado), el sacrificio tras el pecado (El Gran Diluvio) y finalmente la redención humana a través de un ritual (Noé y Su Familia Realizan un Sacrificio). Con todo este conjunto el trabajo de Michelangelo finalizaría en 1512 considerándose ya por entonces todo un hito artístico.
Los tapices
Durante esa misma década el sucesor de Julio II, León X, encargaría unos tapices a otro de los genios de aquella época, Raffaelo Sanzio. En ellos se mostrarían las historias de San Pedro y San Pablo, los padres fundadores de la Iglesia. El trabajo se iniciaría en 1515 cuando Sanzio elaboró los diseños que se iban a plasmar en tapiz y luego se llevarían estos al taller de Pieter Van Aelst en Bruselas donde se finalizaría el trabajo en 1519. Desafortunadamente, en el año 1527 se daría el Saqueo de Roma promovido por Carlos V (emperador del Sacro Imperio Germánico y rey de España) en el que se destruirían algunos de los tapices. Actualmente los que han quedado indemnes se exhiben en eventos especiales bajo las pinturas de Moisés y Jesús, del resto se conservan los cartones con los diseños de Sanzio.
1535-1541: El Juicio Final
Tras acabar sus tareas con el techo de la capilla, a Michelangelo se le ofreció realizar la pintura del altar por parte del Papa Clemente VII (papado 1523-1534), pero el artista de Caprese daría preferencia a otros trabajos e iría planificando este de manera muy detallada. Este haría un primer intento de abordar la obra en 1533 pero atrasaría la labor a 1535 ya con un nuevo Papa, Pablo III. Michelangelo dió varias directrices: se debían taponar las ventanas que habían y dejar las paredes lisas, se eliminarían las escenas iniciales de las vidas de Moisés y Jesús y finalmente, se debían retirar los tapices de Raffaelo. El artista quería en la mayor medida posible un lienzo en blanco en el que elaborar su pintura al fresco.
Tal era su determinación en “a mi manera o nada” que la discusión sobre en qué técnica debía hacerse la obra finalizó su amistad de más de 20 años con el gran pintor Sebastiano del Piombo. La imagen era clara, la pintura sería una representación masiva de la salvación y condena de las almas en el momento final del mundo. El Apocalipsis comandado en la parte central por Cristo y la Virgen, con todo una gran ola de personas salvadas y una sección inferior derecha con todas las almas repudiadas y conducidas al infierno por Caronte. Su vigor físico, posturas complejas, dramatismo y ruptura de la proporción nos demuestran en esta gran pintura el paso a la tercera y última fase del Renacimiento, el Manierismo.
Visitar la Capilla Sixtina
Actualmente la Capilla Sixtina se ha convertido en uno de los sitios más visitados de los turistas que van a Roma y cruzan a Ciudad del Vaticano. Tal es su nivel de saturación que en 2018 se llegó a un record de 25.000 visitantes al día y en 2019 se dijo que no se podía sostener este continuo de más de 20.000 visitantes por el bien de las obras ahí resguardadas. Además dentro de la propia capilla, hay una transenna de mármol que cruza de izquierda a derecha que aunque de gran belleza, limita el espacio.
La visita tiene una enorme demanda.
Por ello, os recomendamos visitar la web que os facilitaremos en la sección de contacto para concretar día y hora de visita y varias ofertas muy recomendables para ver los recintos vaticanos. También es importante tener en cuenta que mucha gente quiere ir los últimos domingos de mes ya que es gratuito y es más probable encontrar saturación de visitantes o imposibilidad de poder conseguir ticket. Igualmente como apunte, en su interior no se permite realizar fotos sin un permiso especial. Para acompañar la visita hay dos alternativas muy buenas: la visita con guía o la detallada audioguía que se puede alquilar. Finalmente, contar que de forma muy puntual se ofician misas y cónclaves.
Como llegar
El aeropuerto más cercano a la ciudad de Roma y concretamente al Estado Vaticano es el Roma Ciampino. Desde este se puede tomar la línea de bus 520 hasta la parada Tuscolana/Cinecittá y justo frente a nosotros tendremos el acceso del metro de la parada Battistini el cual tomaremos hasta la parada Ottaviano. En ese punto saldremos a la calle en la Via Giulio Cesare y la tomaremos hacia el oeste hasta que nos crucemos con Via Leone IV. Esta vía la tomaremos hacia la izquierda y la seguiremos hasta que lleguemos a la segunda calle perpendicular, Viale Vaticano. A unos pocos metros avanzando en él, ya tendremos el acceso a los Museos Vaticanos, que incluyen la visita a la Capilla Sixtina.
Horario
Museos Vaticanos y Capilla Sixtina: De lunes a sábado de 9 a 18h (último acceso 16h). Último domingo de mes de 9 a 14 h (último acceso 12:30h), resto de domingos cerrado.
Precio
Adultos 17 euros, niños de 6 a 18 años y estudiantes entre 19 y 26 años 8 euros. Último domingo de cada mes es gratuito. Reserva online le añade 4 euros de coste.
Visita guiada: Adultos 52 euros, de 13 a 17 años 47 euros, de 6 a 12 años 39 euros y de 0 a 5 años gratis
Audioguía: 8 euros
Contacto
Museos Vaticanos y Capilla Sixtina:
Teléfono: +390 669 88 46 76
Web: museivaticani.va
Dirección: 00120 Cdad. del Vaticano, Ciudad del Vaticano (ver en Google Maps)