En la zona del Valle del Loira, que ya hemos tratado en anteriores artículos, hay varios ríos que conectan con el propio Loira que cuentan con sus propias historias y monumentos. Uno de ellos es el Cher, donde se encuentra uno de los castillos más populares de Francia, el Château de Chenonceau. En él se nos cuenta la historia de muchas personalidades que lo fueron creando, modificando y popularizando, siendo la mayoría mujeres y os la vamos a contar mientras desgranamos su contenido. Para ello primero deberemos hablar de sus precedentes, ya que el castillo que vemos actualmente no es el primero.
Para hablar de su origen debemos remontarnos al siglo XIII cuando la familia Marques era poseedora del feudo de Chenonceaux y en él ya habría su casa solariega, que es la típica propiedad donde vivía el señor feudal. Pero en el siglo XV, Jean Marques hizo algunas actividades en contra del monarca por entonces, Charles VI y eso le supuso un castigo. Entre 1411 y 1412 se le ordenaría a la familia la quema de su casa y en los años 30 del mismo siglo, el propio Jean mandaría edificar un castillo fortificado con un molino. Para ello la familia se endeudó en gran manera siendo tal el problema que su heredero, Pierre Marques, lo vendería en 1513.
La historia a orillas del Cher
Nuevas manos, nuevo castillo
El comprador de este castillo con molino sería uno de los hombres de cámara del rey François I, Thomas Bohier. Este haría demoler casi todos los edificios que había y ordenaría la construcción de un nuevo castillo bajo la supervisión de Katherine Briçonnet, su mujer. Así empezaría de forma oficial la relación del château con las mujeres que le irían dando forma y fondo a lo largo de los siglos. En esta primera forma, sólo contaría con la parte del castillo y la torre medieval que queda delante de la entrada, único vestigio del edificio anterior. Al no haber aún el puente hacia el otro lado del río, la fachada que daba al río es esta que vemos en la foto superior.
Durante unos años la familia Bohier acogería en Chenonceaux actos con las mayores personalidades de la época, incluido el rey. Pero de nuevo nos encontramos con problemas financieros por parte de los dueños y el propio François I tendría que expropiar el castillo al hijo de los Bohier. El rey lo conservaría hasta su muerte y su heredero el rey Henri II lo ofrecería a su amante Diane de Poitiers. Ella sería la que idearía junto al arquitecto Philibert de l’Orme en 1555 el puente que uniría el castillo con la otra orilla del río y las plataformas fortificadas donde se ubican los jardines. El recorte de la orilla para crear las plataformas, dejan al castillo y sus accesos como un ente flotante sobre las aguas.
En 1559 tras la muerte del rey, Diane se vería obligada a intercambiar este château por otro que tenía la reina Caterina de Medici, el Château de Chaumont. En manos de la monarca el castillo y los jardines seguirían su proceso de ampliación. Durante los años 1570’s con el inicio del reinado de François II, el hijo de Caterina, esta querría honrarle con un ambicioso proyecto con varios edificios y jardines que rodearían el castillo. Finalmente, esto se resumió en la creación de la galería de cámaras sobre el puente que vemos en la actualidad, un edificio de apartamentos para sirvientes y el laberinto junto al que vemos unas esculturas similares a las cariátides griegas. También que sabe que a partir de este periodo y durante algunos siglos se daría alojamiento a una comunidad de monjas Capuchinas en el ático del castillo.
A partir de la muerte de Caterina, el château estaría vinculado a otras damas poderosas del mundo real o la nobleza.Louis de Lorraine (mujer del rey Henri III), Gabrielle d’Estrées (amante de Henri IV) o su sobrina François de Lorraine, que al estar vinculada a los Borbones por parte de su marido, haría que esta futura familia real fuera poseedora del château. Todas ellas aumentaron la leyenda sobre el que ya se llamaba Château des Dames (castillo de las damas). Durante el siglo XVII los Borbones tendrían este enclave como una pieza secundaria de sus posesiones. En 1720 el Duque de Borbón compró la propiedad pero básicamente para liquidar todo el mobiliario de su interior. Parecía que el sitio había tocado fondo a nivel de valor y reputación.
La época de la ilustración
Afortunadamente para la historia del château, en 1733 el nuevo comprador sería un escudero adinerado llamado Claude Dupin. Junto a él llegaría uno de los personajes más ilustrados de la historia del castillo, su mujer Louise Dupin. Su presencia suponía la llegada de todo un grupo de gente ilustre movida por el propio espíritu intelectual de ella, la cual estaba compilando una destacadísima biblioteca. El escritor y filósofo Rousseau era su secretario y tutor de su hijo, pero a parte otros intelectuales como Voltaire o Montesquieu también iban al castillo para consultar la biblioteca o en las fiestas que ella realizaba.
Esta época duraría hasta el momento de la Revolución Francesa, en el que la convulsión social puso en riesgo la integridad del castillo. Dupin tuvo que convencer a los grupos revolucionarios de que no destruyesen el castillo por su función de paso sobre el río Cher y también por favorecer el comercio. Incluso como gesto simbólico, Louise decidiría quitar la letra X a la denominación Chenonceaux ya que esta se asocia a un símbolo real. Este gesto sería la razón porqué el Château de Chenonceau tiene diferenciado su nombre de la población a la que pertenece. A partir de su muerte en 1799, la familia de Dupin seguiría teniendo posesión del castillo hasta 1863.
Revitalizando una vieja gloria
En 1863 tras la muerte del conde de Villeneuve, que era sobrino de Dupin, el castillo se pondría a la venta. Su comprador sería Théophile Pelouze el cual, como en anteriores momentos en su historia, dejó a su mujer a cargo de la restauración del castillo. En 1875 Marguerite Pelouze iniciaría el proyecto junto al arquitecto Félix Roguet para renovar el château tanto en sus fachadas como en sus dependencias interiores. Junto a estas obras, Marguerite haría varios eventos alrededor del castillo para aumentar su popularidad como un festival de góndolas venecianas.
Pero igual en anteriores ocasiones, en 1888 la propietaria estaría tan endeudada que debería dar el edificio a su banco acreedor. A partir de 1891 y hasta 1913 el château estaría en manos de la familia cubana Terry y desde ese momento hasta la actualidad, está en propiedad de la familia de chocolateros llamada Menier. Estos últimos tuvieron que vivir la época de la Primera y Segunda Guerra Mundial y esto supuso un enorme desgaste y destrucción para el castillo. Entre otros eventos destacables, este sería usado como punto de paso del río para huir hacia el sur de las tropas nazis.
También la familia Menier se encargaría de ofrecer funciones hospitalarias en Chenonceau durante la Primera Guerra Mundial, ya que Simonne Menier era enfermera de campaña y ofreció soporte a muchos soldados heridos. Tras estos dos conflictos internacionales y ya en plenos años 50 Antoine y Hubert Menier financiarían la restauración del castillo y los jardines. Para ello asignarían el trabajo a Bernard Voisin, un joven especialista en jardinería y arquitectura, el cual buscaría devolver todo el recinto a su estado de esplendor. Se reestructurarían y renovarían los jardines sobre las plataformas fortificadas, además de la granja del siglo XVI añadiendo nuevos cultivos en ella.
Visitar el castillo Chenonceau
A partir de este proceso que también restauró las cámaras se devolvió la popularidad al castillo y se le convirtió en un espacio visitable para el público desde esa misma década de los 1950’s. Las instalaciones del castillo se aprovecharían para acoger hasta la actualidad varias exposiciones. Empezando por la parte exterior, en la zona de La Granja (actualmente La Galerie des Attelages) y de los Antiguos Edificios de los Trabajadores del castillo se exhiben exposiciones de personajes históricos recreados en cera o de valiosos carruajes de algunos de estos personajes. Inmediatamente después tenemos la sección de los jardines flotantes fortificados.
A la izquierda del château se encuentra el Jardín de Diane, el cual es el mayor de los dos que hacen de recibidor al mismo. En él se aprecia una vegetación ordenada como si de una alfombra decorativa se tratase y nos ofrece en un lateral el embarcadero para acceder al río Cher. A la derecha tenemos el Jardín de Caterina, el cual es mucho más pequeño pero tiene una decoración floral bellísima y que se ha buscado diferenciar del de Diane para darle a cada uno un carácter diferente pero sin desentonar con el entorno. A partir de este punto, vamos a enumerar el contenido que podemos ver en el interior a nivel de exposiciones ya que es muy meritorio el aprovechamiento de cada uno de los espacios.
En la planta baja del castillo podemos destacar la Capilla de estilo gótico con sus destacables cristaleras y su relieve del artista renacentista Mino da Fiesole. También merece la pena la Habitación de Diane de Poitiers por su rico mobiliario y sus pinturas de Esteban Murillo y Francesc Ribalta. Igualmente, la Sala de Guardia con sus tapices murales renacentistas o el Gabinete Verde, con pinturas de Poussin, Jordaens, Van Dyck, Tintoretto o el Veronese. Finalmente la Galería de la Planta Baja, la cual tiene un acabado muy elegante por su decoración sutil y su suelo de baldosas de pizarra y sillería. Esta galería se usa aún de salón para cenas y bailes igual que en sus momentos más esplendorosos en siglos pasados.
En la primera planta, otros ejemplos a tener en cuenta son: la Cámara de las Cinco Reinas (con tapices de tema mitológico y religioso o una pintura de Rubens), el Dormitorio de Caterina de Medici (que incluye además de los tapices una pintura del renacentista Correggio) o la Galería de la Primera Planta (que lleva desde inicios de los años 1980’s realizando exposiciones de arte contemporáneo). Y para terminar en la segunda planta, nos encontramos un hermoso vestíbulo restaurado por Félix Roguet en la época de Marguerite Pelouze (1870’s) o también la Habitación de Louise de Lorraine en el siglo XVI en la que domina el color negro como señal de luto por su marido el rey Henri III
Cómo llegar
El aeropuerto más cercano a Chenonceaux es el Aéroport de Tours - Val de Loire en la ciudad de Tours. Desde él deberemos tomar el bus Filbleu hasta el centro de la ciudad donde podremos encontrar la estación de tren de Tours y ahí tomar el SNCF que nos dejará en la población de Chenonceaux. Curiosamente la salida de la estación nos ubica en el propio camino que nos lleva al castillo.
Horario
- 1 y 2 de enero de 9:30 a 17:30h
- 3 de enero a 8 de abril de 9:30 a 16:30h
- 9 de abril a 29 de mayo de 9 a 17:30h
- 30 de mayo a 8 de julio de 9 a 18h
- 9 de julio a 28 de agosto de 9 a 19h
- 29 de agosto a 30 de septiembre de 9 a 18:30h
- 1 de octubre a 1 de noviembre de 9 a 17:30h
- 2 de noviembre a 16 de diciembre de 9:30 a 16:30h
- 17 a 31 de diciembre de 9:30 a 17:30h
Precios
15 euros (Precio completo), 12 euros (estudiantes entre 18 y 27 años y niños de 7 a 18 años), Gratis (Menores de 7 años)
Contacto
- Teléfono: 00 33 (0) 2 47 23 44 06
- Web: chenonceau.com
- Dirección: 37150 Chenonceaux, Francia (ver en Google Maps)