Los pirineos son un espacio natural mágico, capaz de crear postales inigualables, de brindar mil y una experiencias, de representar la viva imagen del paso del tiempo y aun así, un lugar capaz de transmitir esa calma y sosiego que todos ansiamos disfrutar alguna vez.
Invierno, primavera, verano u otoño. Montes y bosques se metamorfosean y con ellos las actividades de sus habitantes y las propiamente turísticas que transmutan del esquí, al rafting, pasando por el senderismo o la recolección de setas.
Toda la cordillera se erige imponente ante otras elevaciones menos sobresalientes de la península, pero si hay una parte de esta que brilla con luz propia esa es el Pirineo Aragonés.
Un paraje en el que todas las virtudes anteriormente descritas se dan cita en cada uno de sus diminutos y pintorescos pueblos de postal. Sitios donde el tiempo parece haber sido detenido, en los que el aroma a musgo, a tierra y a madera quemada se aúnan para crear el mejor perfume del mundo.
En este post rendimos tributo a todos esos enclaves sin excepción, sin embargo, nos centramos en aquellos cinco que consideramos con más encanto y los que creemos que, como notables viajeros, deberíais visitar.
Aínsa
Situado en la confluencia de los ríos Cinca y Ara, en la provincia de Huesca, este precioso pueblo medieval cercano al Parque de Ordesa y Monte Perdido es uno de los más bellos y cálidos del Pirineo Aragonés.
Capital del municipio de Aínsa Sobrarbe, uno de los más extensos del Alto Aragón y el cual reúne veintidós villas entre las que destacan Castejón de Sobrarbe, Morillo de Tou, Olsón, Guaso y Cosojuela; Aínsa fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en mil novecientos sesenta y cinco gracias a la exhaustiva labor de preservación de su patrimonio arquitectónico y cultural, albergando un belleza que solo es posible descubrir recorriendo poco a poco cada uno de sus rincones y sus calles adoquinadas.
Una esencia y carácter tangibles en las imponentes fachadas de sus casas de estilo gótico, como la de la Casa Arnal, datada en el s. XVI, o en alguno de sus bienes de interés entre los que destacan:
La Plaza Mayor
Ubicada en el corazón del municipio, es una de las plazas medievales más hermosas del estado. Un espacio porticado por arcos de medio punto y otros ojivales, datada entre los s. XII y XIII.
Escenario de la vida y ocio de los lugareños, en ella acontecen algunos de los eventos más característicos de Aínsa como la Ferieta o el mercado semanal.
El Castillo
Al oeste de la Plaza Mayor encontramos el Castillo de Aínsa, erigido como baluarte frente a los territorios dominados por los musulmanes durante el s. XI. Actualmente, se puede admirar parte de su hegemónica arquitectura, como su torre del Homenaje, construida sobre restos árabes y del noroeste, sede del centro de Interpretación del Geo Parque Sobrabe; así como las murallas, donde encontramos dos bastiones y un foso.
Por su parte, lo que fue el patio de armas, es anualmente escenario del célebre festival de música que acoge la villa durante el verano.
La Iglesia de Santa María
Datada entre los s. XI y XII, la Iglesia de Santa María de Aínsa es el conjunto arquitectónico litúrgico-románico más destacado del Alto Aragón.
Construida con piedra arenisca y decorada por elementos de sobriedad, el conjunto cuenta con un claustro, una cripta y una gran torre desde donde presenciar las mejores vistas del valle.
El Casco antiguo
El verdadero corazón del municipio.
Formado por sus dos calles principales, la calle Mayor, donde se encuentran los edificios más notables y casas de estilo gótico medieval como la de Bielsa, la de Arnal o la de Latorre (la cual alberga el Museo de Artes y Oficios Tradicionales) y la calle Pequeña, con construcciones mucho más humildes.
Un trazado que nos permite recorrer parte de la historia del municipio y nos transporta a esa época llena de encanto y misterio que fue el medievo.
La Cruz Cubierta
Ya fuera del conjunto urbano, a un kilómetro y medio de Aínsa, encontramos la Cruz Cubierta. Un pequeño templo circular construido en mil seiscientos cincuenta y cinco, nigromante y místico; relacionado con los orígenes legendarios de la villa. Pues según cuenta la leyenda, conmemora la victoria de las tropas cristianas de Garcí Ximénez sobre el ejército musulmán, gracias a la milagrosa aparición de una cruz de fuego en la carrasca, que fue adoptada por el pueblo como símbolo de este y de toda la comarca.
Hoy día el turismo, la agricultura y la ganadería son el motor económico en el cual se sustenta este municipio situado en uno de los espacios naturales más importantes de Aragón. Un paraje idóneo para practicar todo tipo de deportes y actividades de montaña, los reclamos más demandados por los visitantes que se acercan hasta el lugar.
Benasque
Entre las cumbres más altas del Pirineo Aragonés, a mil ciento cuarenta metros de altitud en la comarca de la Ribagorza, encontramos Benasque; una hermosa localidad montañesa situada en un marco natural incomparable.
Rodeada por grandes cumbres como la de la Maladeta, el Posets o el Aneto, esta villa se presenta como destino apto para toda la familia e ideal en lo que a la práctica de deportes de alta montaña se refiere.
Senderismo, alpinismo y el esquí de la estación de Cerler, encabezan la oferta invernal; mientras que en verano, los paseos en bicicleta, el kayak y el rafting hacen las delicias del valle.
Pero Benasque no solo destaca por su impresionante entorno, una de sus mayores virtudes reside en como este pequeño municipio ha sido capaz de mimetizarse con el paisaje que lo rodea a lo largo del tiempo; manteniendo su arquitectura medieval tradicional y creciendo respetando por encima de todo el medio en el cual se sustenta su actividad. Un hecho que queda constatado desde el primer momento en que recorremos sus laberínticas callejuelas desbordadas de casitas apiñadas y sus edificios renacentistas entre los que destacan:
La Iglesia parroquial de Santa María
Una coqueta y curiosa edificación románica datada en el s. XIII.
El Palacio de los Condes de Ribagorza
De carácter renacentista y recientemente reformado, el Palacio se erige hoy como sede de los actos culturales del municipio, tales como conferencias, charlas, exposiciones de arte, pintura o fotografía…
Sus casas
Las más singulares la de Suprián, la de Faure y la de Juste con su imponente torreón. Todas, edificaciones pertenecientes al Renacimiento que a día de hoy se conservan intactas.
No obstante, el broche de oro a esta villa se lo otorga la excelente oferta culinaria que encontramos en el “Valle Escondido” (tal y como es conocido el Valle de Benasque entre los lugareños), donde las elaboraciones de alta montaña y los productos de temporada se erigen como telón de fondo de dulces tan tradicionales como el requesón con miel o la trenza de almudévar.
Y es que Benasque, lugar de encuentro catalán-aragonés, conserva intactas muchas de sus labores y tradiciones a pesar de haber cedido poco a poco, protagonismo al turismo; actividad que ha elevado su reconocimiento y posición.
Jaca
Situada en la comarca de la Jacetania, Jaca, su capital, alberga uno de los conjuntos patrimoniales más importantes del Valle del Aragón.
Una localidad con un gran legado histórico que se remonta al s. I, cuando pertenecía íntegramente al Imperio Romano, y que es debido en gran mesura a su estratégica ubicación, a escasa distancia de la frontera francesa, en pleno Camino de Santiago. Echo que la dotó de gran relevancia durante la Edad Media e incluso la convirtió tiempo después en capital del Reino de Aragón.
De esa época datan algunos de los monumentos más importantes como:
La Catedral de San Pedro
Construida en el año mil setenta y siete, la Catedral de San Pedro está considerada la primera catedral románica de España.
En su interior podemos encontrar el Museo Diocesano en el cual reside el fresco conocido como “la Capilla Sixtina del Románico”.
La Ciudadela
Alzada como bastión ante los franceses que accedían a la península a través del Pirineo en mil quinientos noventa y dos, esta imponente construcción de planta pentagonal rodeada por un foso, conocida como el castillo de San Pedro, es uno de los mayores y más elogiados reclamos turísticos de la localidad.
Durante el acceso a su interior puede visitarse el Museo de Miniaturas Militares, ubicado en el perímetro del patio de armas; en el cual se exponen más de treinta mil piezas que recrean diversas batallas.
El Monasterio de las Benedictinas
Este antiguo palacio datado en el s. XI, perteneciente al rey Ramiro I, se convirtió en hogar de las monjas Benedictinas y cofre de tesoros tan importantes como los murales pintados de su capilla o el sarcófago de Sancha de Aragón, el mejor sepulcro románico que se conserva en el estado.
La Ermita de Sarsa
Una de las pocas arquitecturas litúrgicas románicas que se conservan en el norte del país.
La Torre del Reloj y la estatua de Ramiro I
Situada en el corazón de Jaca, en su centro histórico, encontramos la Torre del Reloj; construida en mil cuatrocientos cuarenta y cinco y utilizada como prisión temporal durante la Guerra de la Independencia. Posteriormente, se instaló en ella el reloj oficial de la ciudad.
Cabe señalar que en uno de sus lados puede admirarse una estatua de Ramiro I, primer rey de Aragón, quien durante su mandato, nombro Jaca como capital.
El Ayuntamiento
De estilo plateresco, este palacio datado entre los s. XV y XVI es sin duda uno de los más bonitos del municipio.
El pabellón de Hielo
Un moderno e interesante edificio que alberga una pista de hielo. Un lugar recomendable para pasar una tarde en familia o con amigos.
Las calles y plazas
Las más interesantes, la Calle Mayor, la de Zocotín, la Plaza Biscós y la de la Cadena, todas distribuidas alrededor del centro histórico de Jaca.
El Fuerte Rapitán
Aunque situado en las afueras de Jaca, este fuerte construido en mil ochocientos ochenta y cinco, a mil ciento cuarenta y dos metros de altitud, es hoy sede de numerosas muestras y espectáculos; ya que desde hace años abandonó toda función militar.
Además, desde sus inmediaciones pueden contemplarse unas impresionantes vistas del valle.
Sallent de Gállego
Al norte de la provincia de Huesca, a orillas del río Gállego, encontramos el pintoresco Sallent de Gállego. Un verdadero pueblo de postal y uno de los más importantes del Valle del Tena durante el período medieval. De estos siglos se conserva el entramado irregular de sus calles estrechas y otras edificaciones de interés como:
El Puente del Paco
Varios son los puentes de piedra que enlazan las orillas opuestas de Sallent de Gállego y entre ellos destaca el Puente del Paco. Una pretérita construcción del s. XVI que representa parte relevante del legado histórico-arquitectónico de la villa.
La Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción
Una edificación litúrgica de principios del s. XVI, la cual conserva restos de su predecesora románica.
En su interior se encuentra un fantástico retablo plateresco del s. XVI, así como una impresionante talla de la Virgen de las Nieves, patrona de la localidad.
La Plaza del Valle del Tena
Centro de la vida social de Sallent y uno de los lugares más visitados y populares de la villa, gracias a su ambiente cercano y su estratégica situación entre el río y el rocódromo.
Como no podía ser de otro modo, la plaza se ha constituido a lo largo de los años como punto de encuentro de lugareños y visitantes, acogiendo ferias y actividades lúdico-culturales como las Fiestas en honor a la Virgen de las Nieves, la Feria de las Brujas, Mitos y Leyendas del Valle de Tena o las diversas jornadas gastronómicas que acontecen a lo largo del año.
El Ayuntamiento
Situado a escasos metros de la Plaza del Valle encontramos el Ayuntamiento o Casa Consistorial; un sobresaliente edificio de dos plantas erigido empleando el estilo arquitectónico tradicional en el que prima el uso de la piedra y la pizarra de la zona.
Las Casonas Nobles
Son numerosas las casas blasonadas que salpican el casco antiguo de la localidad; con sus fachadas de piedra y sus heraldos y sus empinadas techadas.
Sallent se presenta como un lugar ajeno al paso del tiempo, situado entre el río Aguas Limpias y los glaciares pirenaicos, convirtiéndolo en enclave estratégico para la práctica de deportes de montaña y de largos paseos.
El esquí en la estación de Formigal, las excursiones por sus frondosos bosques o la escalada en escenarios tan imponentes como los picos de Anayet, Musales o Balaitus se entreveran con las actividades náuticas, el barranquismo, las rutas a caballo o las relajantes jornadas que nos propone el balneario de Panticosa.
Sin duda, un lugar al que escaparse y del cual no querréis volver jamás.
Canfranc
Nacido durante s. XI en la comarca de la Jacetania, Canfranc se erige como uno de los parajes pirenaicos más espectaculares del Valle de Aragón.
Labrado por las aguas del río y rodeado por los farallones de la Peña Blanca, Combó y Porrató, el municipio se divide en dos, Canfranc Pueblo, el núcleo medieval originario y Canfranc-Estación, situado cuatro kilómetros más al norte y donde se encuentra la espectacular estación ferroviaria internacional; uno de los mayores hitos arquitectónicos del s. XX que se conservan en Aragón.
Situada a mil ciento noventa y cinco metros de altitud, a los pies del puerto de Somport, la antigua villa, la cual sufrió dos incendios devastadores en mil seiscientos diecisiete y mil novecientos cuarenta y cuatro, conserva aún algunas de sus joyas patrimoniales como:
El Castillo
Actualmente solo se quedan algunos restos de lo que fuere en su día; un castillo medieval del s. XVI.
La Iglesia parroquial de la Asunción
Alzada durante el s. XII, por orden del rey Pedro II, la Iglesia parroquial de la Asunción fue entrega al Monasterio de Santa Cristina de Somport.
De noble construcción, esta parroquia aúna elementos arquitectónicos y decorativos de varias épocas entre los que destacan cuatro retablos de estilo barroco.
La Plaza de la Iglesia
Epicentro de la vida social y cultural de Canfranc en el que pueden admirarse algunos de los edificios y atractivos más significativos del municipio como las antiguas Escuelas Nacionales, el frontón o la Fuente de la Piedra.
La Torre de Aznar Palacín
Situada paralela a la Plaza de la Iglesia, la Torre de Aznar Palacín es reconocida por su imponente fachada del s. XIV, hoy casi oculta por el tapiz vegetal depositado sobre ella a lo largo del tiempo.
El Puente de los Peregrinos
Junto a la iglesia se encuentra el Puente de los Peregrinos, conocido antiguamente como el Puente de Canfranc, pues este fue el único construido en piedra que la villa albergaba tiempo atrás.
El Puente de Arriba
Conocido como Puente de las Eras o del Cuartel, se estima que fue armado durante el s. XVI.
La Iglesia de la Trinidad
Situada en el extremo opuesto del pueblo encontramos esta humilde iglesia construida gracias al mecenazgo de Blasco de Les, famoso comerciante, para que sirviese como hospital para los pobres.
El fuerte Coll de Ladrones
Edificado a mil trescientos cincuenta y un metros de altitud, este impertérrito fuerte cierra el paso del valle de Canfranc hacia la frontera francesa.
Aunque sus orígenes se remontan a finales del s. XVI, su aspecto actual se debe a restauraciones llevadas a cabo durante el s. XIX, erigiéndolo como claro ejemplo de arquitectura militar moderna.
En su interior destacan dos edificios de piedra, el más umbrío reservado para las tropas y el más soleado para oficiales, oficinas y enfermería, destacando en él su escalera señorial.
El Ayuntamiento
Por lo que respeta al Ayuntamiento y con él, la capitalidad del municipio, fue trasladado al barrio de la Estación tras el último incendio; lugar donde se ubica la homónima construcción, inaugurada el dieciocho de julio de mil novecientos veintiocho. Una monumental edificación de estilo francés, convertida en el símbolo de la localidad.
Pero si hay un denominador común que realza la grandeza de lugares como Canfranc este es el entorno.
Hermosos campos de cereales; paisajes de alta montaña recorridos por las aguas del Río Aragón; desfiladeros que quitan el habla rodeados de tupidos bosques, ideales para la práctica del senderismo, o la escalada hacia algunos de sus elevados montes como el Pico de Anayet o el de Collarada.
Además, durante el invierno, su cercanía a las pintas de Candanchú y Astún lo convierten en lugar de referencia entre esquiadores.
Así es el Pirineo Aragonés, un enclave lleno de posibilidades y experiencias por descubrir, un paraje que no necesita presentarse, al que le basta una sola imagen para seducir el corazón de todo el que transita por él.