Construida hace más de 3.000 años, esta localidad situada en el sureste de Turquía, cuna de civilizaciones y credos, fue una de las ciudades de la antigua Mesopotamia.
En medio de planicies de roca y tierra seca, sin nada alrededor, esperando a ser encontrada, se levanta una pequeña montaña solitaria de color marrón. En la ladera norte, la más empinada, no hay absolutamente nada: solo escaladores profesionales podrían llegar a lo alto.
Pero lo que importa de esta montaña, situada en el sureste de Turquía, es la ladera sur: encima de sus rocas amarillentas se aposenta la ciudad milenaria de Mardin, un laberinto de callejuelas, subidas, bajadas, iglesias, mezquitas, escalones, mercados, patios secretos y túneles, algunos, construidos hace más de 3.000 años, cuando en esta región mandaba la antigua Mesopotamia.
Dónde está Mardin?
Mesopotamia, en griego, significa “entre ríos”. Y allí es exactamente donde se encuentra la ciudad de Mardin: entre el Tigris y el Eufrates.
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Una ciudad por descubrir
A diferencia de las demás ciudades turísticas de Turquía, Mardin, situada a dos horas en avión desde Estambul, disfruta, de momento, de la tranquilidad que da el no albergar una llegada de turismo masivo. Al ser un destino relativamente desconocido, solo algunos pocos turistas se adentran en sus calles.
Lo que no significa, sin embargo, que no goce de los servicios de acomodamiento que una ciudad así necesita: Mardin está llena de hoteles en antiguas casas de piedra, y restaurantes de comida local, una de las mejores de Oriente Medio, que consigue mezclar lo mejor de la comida turca y caucásica con la siria y árabe. En estas latitudes es la ternera y sin duda el cordero lo que predomina en los platos servidos tanto a locales como a vistitantes.
La ciudad, además, aunque esté a pocas decenas de kilómetros de Siria, es completamente segura.Todo esto permite, al visitante, una tranquilidad absoluta para visitar las iglesias y monasterios de la ciudad y sus alrededores: en su mayoría del credo asirio y, en menor parte, armenio.
Los asirios son una comunidad cristiana que, en la actualidad, aún habita el sur de Turquía y el norte de Siria. Hace un milenio uno de los imperios más potentes de la región, su lengua sigue siendo el arameo, el idioma que habló Jesús de Nazaret en su Palestina natal. El arameo actual, sin embargo, se ha modernizado y dista mucho del que se hablaba hace 2000 años.
Aunque ahora quedan unos pocos miles de asirios en Mardin, su patrimonio se hace notar en la ciudad: suyos son la mayoría de edificios religiosos de la ciudad, tanto pequeñas capillas como iglesias que aún funcionan y dan servicio cada domingo. A pocos kilómetros de la ciudad, uno de sus antiguos monasterios hace las funciones ahora de museo.
Y luego está su vino: un vino rojo, conocido como ‘Suryani Sarabi’, el vino asirio, el más famoso de la ciudad y la región y sin duda uno de los más populares en Turquía.
Historia en cada calle
Después del imperio asirio, la ciudad fue conquistada en el siglo II d.C por el imperio romano, cuando recibió el nombre de ‘Merida’, que en arameo significa fortaleza y en latín, ‘Emérita’. Emérita Augusta fue la primera ciudad fundada por los romanos (la actual Mérida en España) fuera de la península itálica. De ese nombre deriva la palabra Mardin.
Desde ahí hasta el siglo XI, la ciudad fue pionera en adoptar el cristianismo, y junto con los asirios, los armenios empezaron a mudarse a la ciudad. Su huella también se hace notar en Mardin: ellos fueron los primeros artesanos de la región, que se convirtió en un centro de comercio y la mayor ciudad de la zona, la antigua mesopotamia.
En el siglo XI, llegaron las migraciones de los turcos seylúcidas desde Asia central, y es por ellos que, ahora, Mardin es un crisol de culturas, étnias y religiones, con mezquitas y iglesias de varios credos tocándose pared con pared y compartiendo calles, barrios y puertas.
En la actualidad, aunque los kurdos son mayoría, en la ciudad conviven también turcos, circasianos, judíos, asirios, caldeos, chechenos, yezidíes, caldeos y jacobianos. Los armenios fueron todos o expulsados o asesinados durante el genocidio de 1915.
Patrimonio de la humanidad
Es toda esta mezcla excepcional que hace de Mardin un sitio especial, cuya atmósfera pueden ver todos sus habitantes y visitantes: ninguna otra ciudad del mundo tiene oficinas de correos construidas con piedras milenarias; sucursales de bancos que son, como toda la ciudad, patrimonio de la humanidad por la UNESCO.
Y todos los edificios, además, gozan de unas vistas espectaculares, que mejoran cuanto más se sube en la cuesta que forma la montaña donde se aposenta Mardin. Desde la parte superior de la ciudad —hay allí varios bares y cafeterías—, se ve toda la planicie de Mesopotamia en su esplendor, con nada que tape la vista hasta donde alcanzan los ojos. En días buenos, sobre todo en otoño y primavera —en verano el calor es tórrido y en invierno, el frío glacial— se llega a ver incluso el otro lado de la frontera.
Por todo esto, Mardin es considerada una ciudad equivalente a un museo al aire libre y que, además, goza de dos museos autóctonos en la ciudad. Allí se pueden ver los artefactos de las comunidades conservados. Desde frescos asirios conservados y restaurados hasta los artilugios artesanales de los armenios que hasta hace un siglo habitaban la ciudad.