En el sur de Irlanda, a unas tres horas de Dublín, encontramos el precioso condado de Cork, el más grande de todo el país.
Una preciosa región costera salpicada por las rabiosas aguas del Atlántico, llena de escarpados acantilados rocosos envueltos en el verdor de extensos paisajes.
Es aquí donde hallamos el West Cork, nombre con el que popularmente se conoce a la mitad occidental de este condado y que poco tiene que ver con el resto de zonas que lo conforman; pues atesora una identidad distintiva y propia.
Aunque no existe límite ni origen preciso, lo cierto es que esta demarcación inicia su extensión en algún lugar cercano al oeste de su homónima capital y se extiende hasta las islas de Cape Clear y Dursey Head, situadas algo más al suroeste.
Exultante y agreste, el West Cork esconde parajes de belleza emmudecedora marcados por archipiélagos y ensenadas rocosas salpicadas por los vívidos colores de sus pueblos pesqueros que, abrazados por el océano y las más altas montañas de Irlanda, descansan sobre extensas praderías y valles de verde esmeralda.
Numerosos enclaves por descubrir, en los que el mar atestigua una influencia importante. En los que se halla eL recuerdo de sus antiguos habitantes. Donde la tierra emprende un largo viaje a través del Atlántico. Enclaves donde descubrir que la naturaleza lo es todo.
De entre todos estos hay tres tan mágicos, que sin duda no os podéis perder. ¿Nos acompañáis a descubrirlos?
Baltimore
Situado al oeste del Condado de Cork, Baltimore, Dunashad en irlandés (que significa fuerte de las joyas), se erige como uno de los pueblos más espectaculares de todo el West Cork.
Erigido como principal puerto de partida hacia las islas de Sherkin, Cape Clear y Carbery's Hundred (Cien Islas de Carbery), visitar esta localidad es como viajar a otro mundo. Por alguna razón pues, fue considerada años atrás, santuario para los druidas.
Un misticismo que permanece perenne en sus impertérritos paisajes, cuna de algunas de las dinastías más antiguas de Irlanda; como los Corcu Loígde o los reyes de Munster.
Durante el s. XVII, Baltimore fue una importante base corsaria; hasta que la piratería fue en declive y en mil seiscientos siete la localidad tomo una entidad mucho más comercial.
Pero un cuarto de siglo después, una nueva incursión bucanera saqueó y despobló la ciudad y no fue hasta el s. XVIII, cuando se inició la recuperación. Un proceso lento que empezó a ver sus primeros frutos durante las primeras décadas del s. XX.
Todo este pasado aguarda todavía en la memoria de los locales, entre sus muros y entre el inmenso vacío que evocan sus paisajes. Generaciones perdidas y sobrevivientes que legaron su vida e historia y que hoy son recordados en forma de nombres de pubs, calles y actos de homenaje.
Aunque existe mucho por ver y hacer en Baltimore; como conocer los orígenes del castillo de Dún na Séad, datado en el siglo XIII; asistir a alguno de los festivales y eventos de su variado calendario cultural o disfrutar de actividades acuáticas entre las que destacan la pesca en alta mar, el avistamiento de ballenas, el esnórquel, el buceo, el kayak o la vela. Pero lo cierto es que, si hay un atractivo que si o si hay que visitar, este es el Baltimore Beacon.
Conocido como la “esposa de Lot”, esta inmensa baliza de quince metros y doscientos centímetros de altura y más de cuatro metros de diámetro es uno de los hitos arquitectónicos más notables de la zona.
Finalizada su construcción total en mil ochocientos cuarenta y nueve, el Baltimore Beacon fue concebido en substitución del antiguo faro al comprobar que su deterioro y tamaño impedían su cometido.
Sin duda, un viaje que conjuga naturaleza, adrenalina y cultura y que nos descubre las raíces de la Irlanda más auténtica.
Cobh
Conocido por ser el último enclave en el cual el Titanic hizo escala antes de su trágico final, Cobh, la antigua Queenstown (en homenaje a la reina Victoria y su primer desembarco en el país) es uno de los pueblos más interesantes que ver en el país.
Relacionada con las masivas migraciones irlandesas acontecidas durante los s. XIX y XX, esta pequeña localidad asentada sobre las colinas de Great Island (una de las tres islas portuarias de Cork) posee uno de los entornos costeros celtas más bellos.
Presidida por la majestuosa St. Colman’s Cathedral, una enorme construcción litúrgica neogótica edificada entre mil ochocientos sesenta y siete y mil novecientos quince, famosa por su carrillón de cuarenta y nueve campanas; Cobh posee un enorme capital histórico y arquitectónico estrechamente ligado a la mar.
Erigida como pequeña aldea marinera en mil seiscientos cincuenta y nueve, ascendió a importante puerto estratégico inglés durante las guerras napoleónicas; consiguiendo un notable desarrollo a raíz del cual empezaron a realizarse las primeras travesías de barcos de vapor a través del Atlántico. Hecho que se consolidó entre mil ochocientos cuarenta y cuatro y mil ochocientos cuarenta y ocho, años en los que la hambruna provocó la migración de un gran número de irlandeses hacia Estados Unidos y Canadá.
Una desbandada que termino hacia mil novecientos treinta, a causa de la recesión económica mundial y las restricciones impuestas por ambos países.
El once de abril de mil novecientos doce, la entonces ciudad de Queenstown pasó a la posteridad por haber sido el último puerto donde el conocido transatlántico RMS Titanic hizo escala. Aunque esta no fue la única desgracia que aconteció frente a las costas de la población; pues el siete de mayo de mil novecientos quince un submarino alemán hundió el RMS Lusitania, provocando así la entrada de los Estados Unidos en la I Guerra Mundial.
Durante este periodo y debido a su situación estratégica militar, el puerto de Cobh se mantuvo como base del Reino Unido, siendo finalmente entregado en mil novecientos treinta y ocho al Estado Libre de Irlanda.
Una historia que se exhibe en muchos de los edificios y espacios de interés de la localidad como el Cobh Heritage Center, ubicado en las instalaciones de la estación de trenes victoriana Atlantic Terminus. En él encontramos una exposición permanente sobre la antigua Queenstown, “The Queenstown Story” y en la que se relata el pasado naval de la ciudad a través de ilustraciones y audiovisuales que detallan las duras condiciones de vida a bordo de los buques durante la época de la gran migración y episodios tan trágicos como el del Titanic y el Lusitania.
En la misma línea se presenta el Titanic Experience. Un lugar que honra la memoria de los ciento veintitrés pasajeros que embarcaron durante la última escala del transatlántico con maquetas, objetos e imágenes que recrean desde su construcción en Belfast hasta el conmovedor destino de sus tripulantes.
Muy cerca del centro encontramos una obra conmemorativa realizada por el escultor local Michael Donovan, encargada por la Titanic Historical Society.
A pocos metros, en el paseo marítimo, encontramos la estatua de Annie Moore y sus hermanos, erigida en honor a todos aquellos irlandeses que abandonaron el país rumbo a Estados Unidos en busca de un futuro mejor.
El Cobh Museum o el Sirius Arts Center son otros de los lugares en los que acontecen la historia y cultura de esta pequeña población, mientras el John F. Kennedy Memorial Park y Casement Square son escenario de su vida social.
En esta última podemos contemplar algunos de los edificios más representativos de la ciudad como la biblioteca (Cobh Library), los juzgados y la antigua Market House; la actual oficina de turismo.
West View y Lower Midleton Street, son dos de sus calles más concurridas. De pronunciadas pendientes y salpicadas por el color de sus particulares casitas de colores (conocidas como “Deck of Cards”, baraja de cartas), son una de las estampas más características de Cobh.
El apacible jardín en ruinas de St. Benedict’s Priory Bible o la Old Church Cemetery en las afueras, completan una variada oferta turística en la cual Spike Island (la Isla Spike) no podía faltar.
Dominada por el Fort Michel, la mayor prisión del mundo en época victoriana; la isla se ha convertido en el mayor reclamo turístico del municipio. Esta especie de Alcatraz irlandés se revela como una de las visitas más misteriosas del West Cork.
Oscuras celdas, profundos túneles y siglos de contrabando, piratería y reclusión erigen el legado de esta enorme fortificación de más de veinticuatro acres que, seguro culminará nuestro viaje a Cobh.
Ballycotton
Baile Choitín, es el nombre que toma en irlandés este coqueto pueblo costero situado al sureste de Cork.
Erigido sobre los restos de su antiguo predecesor, el cual descansa hoy bajo las aguas, Ballycotton es el enclave perfecto para abandonar la vorágine del día a día y conectar de lleno con la naturaleza.
Poseedor de gran interés para científicos e investigadores encargados de estudiar la erosión de los suelos, los senderos que recorren sus acantilados son unos de los más concurridos del West Cork.
Un paraje que concentra un impresionante conjunto biotopico entre el que se encuentran más de trescientas especies de aves, siendo este, uno de los puntos de observación más famosos de Europa.
Una visita que podremos realizar cómodamente en un par o tres de horas y la cual os sugerimos realizar durante el atardecer; paseando primero entre sus calles para descubrir la Star of The Sea Church (Iglesia de la estrella de Mar) y dirigiéndonos después hacia el "Ballycotton Cliff Walk". Un espectacular camino de ronda a merced de los prados y el Atlántico, que adquiere una magia especial al teñirse por el ocaso.
En nuestra ascensión a los acantilados, encontraremos el Mary Stanford, el primer y único bote salvavidas galardonado con la medalla de oro de la RNLI; gracias al milagroso rescate que efectuó del "The Comet", buque que andaba a la deriva frente a sus costas, después de cuarenta y nueve horas.
Durante el recorrido por este santuario natural no pasa desapercibida la BallyCotton Island Lighthouse, una pequeña isla situada unas millas mar a dentro en la que se encuentra un curioso faro; pues es uno de los únicos cuatro de color negro que existen en el mundo (dos de ellos en Irlanda).
Desde tierra puede contratarse un tour de visita al mismo, en el que se relata con todo lujo de detalles el porqué de su color, como fue su construcción allá por el mil ochocientos cuarenta y ocho, su posterior puesta en funcionamiento tres años después y por supuesto conocer su interior. ¿Lo mejor? Las vistas que se divisan desde su torre situada a más de cincuenta metros de altura.
Sin lugar a dudas, otro de los reclamos ineludibles del municipio.
Ballycotton Island Lighthouse Tour
Telf: +353 214 646 875.
Web oficial: Ballycotton Island Lighthouse Tour.
Dirección: Ballycotton Sea Adventures, el muelle, Ballycotton, Co Cork (ver en Google Maps).
Horario
Abril-Septiembre
- Lunes-Domingo: De 10 a 16 h.
Añadir que también pueden contratarse visitas durante el atardecer.
Precio
- Adultos: 25 €.
- Niños de entre 3 y 12 años: 15 €.
- Familias (2 adultos + 2 niños): 75 €.
Señalar que el tour tiene una duración aproximada de 90 minutos y que se realiza íntegramente en inglés; pero si lo pedís, el guía os hablará algo más despacio para que no os perdáis detalle de las explicaciones.
Se recomiendo acudir 15 minutos antes del inicio del recorrido.
Para finalizar la jornada que mejor que sentarse en alguno de sus genuinos pubs a escuchar las leyendas que los lugareños cuentan sobre el mar; mientras disfrutamos de un auténtico “fish and chips” (la localidad dio origen a la pesca en aguas profundas en el país) acompañado de una refrescante "Guinness" (famosa cerveza negra).
A modo de anécdota, añadir que en Ballycotton se ha escrito más de un crimen; pues la famosísima actriz Angela Lansbury es una de sus célebres habitantes.
Somos muchos los que tras visitar tierra irlandesa damos un giro en nuestro sentir pues, aunque no lo parezca, un pedazo de nuestros corazones se queda allí.
A continuación te dejamos un mapa con las ubicaciones mencionadas durante el artículo.