Estambul, la mayor metrópoli de Europa, es conocida por muchas cosas: por sus iglesias milenarias y mezquitas centenarias, por haber sido, durante la historia, la cuna de civilizaciones e imperios y por, también, permitir el descubrimiento de nuevos sabores de la comida del otro lado del mar Mediterráneo.
Pero Estambul es muchísimo más que esto, y tiene todo lo que un viajero puede desear. Y entre estos sitios que colman todos los deseos están las Islas Príncipe, unas islas que, a una hora del centro de la ciudad en ferry, ofrecen tanto historia como descanso a partes iguales.
Las Islas Príncipe constituyen un barrio de la ciudad, y es uno de los más tranquilos: en la actualidad, está prohibida la circulación de coches en sus calles, por donde solo pueden transitar carros de caballos y vehículos eléctricos. Además, las islas tienen algunas pocas decenas de miles de personas habitándolas, y la mayoría de edificios son casas y mansiones antiguas que, en muchos casos, se pueden alquilar en verano a precios razonables.
La experiencia vale la pena. La mayoría de estos edificios han sido renovados, pero fueron construidos hace un par de siglos y son, en muchos casos, de estructuras de madera. Antes, en otra época, pertenecían a las familias ricas y burguesas del imperio Otomano, y eran sitio de descanso estival para turcos, armenios, griegos y judíos. En las Islas Príncipe, de hecho, hay más iglesias que mezquitas.
Dónde están?
Una ventana al pasado
Y mucho más. En la isla de Heybeliada se encuentra el seminario de Halki, un antiguo seminario en el que los curas ortodoxos griegos aprendían teología y estudiaban para ser, si tenían suerte, el siguiente patriarca de Constantinopla. Ahora el seminario no funciona, ya que fue cerrado por el gobierno turco en la década de los 70, pero aún puede ser visitado.
La isla de Büyükada, la más grande de las nueve islas, está coronada por una pequeña montaña donde, en la cima, hay un orfanato griego antiguo. En la actualidad el edificio está en ruinas y abandonado. Se puede visitar, claro, pero solo si se es algo valiente y si se tienen, antes, pulmones suficientemente potentes para subir la montaña.
Además, hablando de ruinas y de historias perdidas en Büyükada, el comunista mundialmente famoso Leon Trotsky vivió en una de las mansiones otomanas de la isla. Llegó a Estambul en 1929, cuando fue deportado de la Unión Soviética, y vivió en la isla hasta 1933. El edificio que habitó sigue en pie a medias, abandonado desde hace décadas. La leyenda dice que entre las ruinas del edificio, en la primera planta, si se consigue entrar, aún hay libros que pertenecieron hace un siglo a Trotsky.
Y también, por supuesto, las islas tienen su historia negra. Ocurrió en 1911, en la isla de Sivriada, una de las más pequeñas del archipiélago. El gobernador otomano de la ciudad en aquel momento decidió que en Estambul había demasiados perros callejeros, y que era hora de que se fuesen, así que los recogió a todos y los desterró en ese pequeño islote. La idea era que muriesen todos.
80.000 perros murieron de hambre, sed o ahogados, según las estimaciones de la época, que también cuentan que, desde la orilla de la ciudad, se escuchaban los ladridos y aullidos lastimosos de los perros, que pedían que les rescatasen.
No ocurrió, pero justo en ese momento Estambul fue sacudida por un gran terremoto. La conclusión era clara: el seísmo no era otra cosa que un castigo divino por la matanza de los animales.
Restaurantes de pescado
Pero todo eso es pasado, y ahora toca volver al presente. Las Islas Príncipe tienen mucho más que ofrecer, a parte de ser una ventana abierta al pasado. En ellas están las mejores playas y algunos de los mejores restaurantes de pescado de Estambul, con género tan fresco que, en la mayoría de los casos, ha sido extraído del mar unas pocas horas antes.
Sin embargo, lo mejor de las islas es la tranquilidad que dan, algo especial estando dentro de una ciudad de 17 millones de habitantes, donde parece casi imposible escaparse de la muchedumbre constante que vive y recorre constantemente sus calles. Pues es posible, y las Islas Príncipe son la muestra de ello.
Ofrecen una tranquilidad que, además, empieza directamente al subirse al barco que lleva a todas ellas. El trayecto es una experiencia maravillosa y tranquilizante, sobre todo en verano, cuando surcar el estrecho del Bósforo, pasando por antiguas mansiones en la costa, viendo las mezquitas centenarias reseguir el cielo, esquivando los mercantes que suben y bajan el estrecho, es una experiencia imperdible.
Y puede serlo mucho más: a veces, acompañando el barco por los lados, se pueden ver los delfines del mar de Mármara, donde hay una comunidad muy importante de estos mamíferos. Eso sí, verlos requiere tanta paciencia como suerte.