Muy cerca del barrio histórico de Estambul, Sultanahmet, donde están la mayoría de atracciones turísticas de la ciudad —Santa Sofía, la mezquita azul, el Gran Bazar, etc—, se encuentra el barrio de Balat, a pocos minutos andando y que, sin embargo, es una joya aún por descubrir.
Sus calles, llenas de historia, están vacías de turistas extranjeros, y están repletas, eso sí, de turcos, tanto locales como turistas, que empiezan a llegar a Balat mientras el barrio, en los últimos años, se pone cada vez más de moda.
Ahora lleno de cafeterías modernas y tiendas de joyería y antigüedades, Balat recoge lo mejor de lo nuevo de Estambul con lo más antiguo de la ciudad. Si los turcos van a Balat, es por un motivo: el sitio es de los más históricos de la ciudad. Y su historia empezó allá por el siglo XV.
Expulsión de España
Mientras Colón descubría América, en 1492, los Reyes Católicos españoles decidieron expulsar de la Península Ibérica a todos los que no fuesen cristianos. Decenas de miles de judíos españoles, sefardíes, tuvieron que marcharse, y acabaron, en mayor medida, en el Imperio Otomano. En Estambul, la capital de ese imperio extinto, se mudaron a un nuevo barrio que empezaba a construirse, justo fuera de las murallas de la ciudad antigua de Constantinopla.
Ese barrio se llamaría Balat, y llegaría a nuestros días como uno de mayoría no musulmana, donde los judíos formaban la mayor parte de la población, también compuesta por miles de armenios y griegos. De hecho, de Balat, que da a las orillas del Cuerno de Oro, eran la mayoría de pescadores que con sus barcazas, a principios del siglo pasado, salían a las aguas tranquilas del cuerno para conseguir género para vender por la tarde en el mercado.
Pero los años pasaron, y la mayoría de griegos, armenios y judíos de Balat abandonaron el barrio, que, en los años 60, se convirtió en una barriada un tanto peligrosa en el centro de la ciudad. Era un sitio por el que mejor no pasar.
Qué ver en Balat?
Hasta hace un par de décadas: muchos de los edificios centenarios de Balat fueron reconstruidos o arreglados —otros, muchos de madera, aguantan en pie de puro milagro— y ahora Balat se ha convertido en una parada obligatoria para todo aquél que quiera conocer el Estambul fuera de las grandes atracciones turísticas. Un Estambul menos masificado y dedicado al turismo. Un Estambul algo más real.
Lugares de interés en Balat
Diversidad de lugares de culto
Y el barrio tiene mucho que ofrecer: el palacio de Blanquerna, una antigua residencia del emperador bizantino; las sinagogas de Yanbol y Ahrida, la mezquita de Ferruh Kethuda, construida por el arquitecto otomano más famoso de todos los tiempos, Mimar Sinan; y hasta 15 iglesias cristianas en un barrio, Balat, de pocos miles de habitantes.
La presencia de tantas iglesias tiene un motivo: entre Balat y Fener, que se sitúan sobre una cuesta empinadísima, se encuentra la sede del Patriarcado de Constantinopla, la institución más importante en el Cristianismo ortodoxo de Europa Oriental. El Patriarcado de Constantinopla es la segunda institución del mundo más antigua. La primera es el Vaticano.
Mirador de la ciudad
Pero Balat no es solo edificios religiosos históricos. Para los que tengan los pulmones capacitados, la vista desde arriba de todo de Balat es de las más espectaculares de la ciudad: desde allí se observa toda la península de Beyoglu, la antigua Pera, coronada por la Torre de Gálata, con el Cuerno de Oro a sus pies.
Travesía del Cuerno del Oro
A diferencia de la subida, la bajada es mucho más sencilla, y promete un final espectacular: en la orilla del Cuerno de Oro, Balat tiene un pequeño embarcadero, donde ferries públicos de la ciudad vienen y van a todas horas durante todos los días de la semana.
Por un precio de 3 liras ( 0.08EUR o 0.09USD
a cambio de hoy), se puede realizar una travesía por el Cuerno de Oro hasta el puerto de Karaköy. Si se hace durante la puesta de sol, el trayecto es espectacular: el sol desaparece del cielo detrás de las mezquitas e iglesias históricas de la antigua Constantinopla y, de mientras, el cielo se va bañando de un rojo tan intenso que es difícil de igualar.