17 de Abril de 1975. Después de una guerra civil sangrienta y cruel, los Jemeres rojos, fieles al Partido Comunista de Kampuchea, entraron en Nom Pen, capital de Camboya, reclamando el lugar como lo que sería conocido como uno de los peores genocidios, ya no solo del siglo XX, sino de toda la historia.
Sin duda, de 1901 a 2001, la humanidad ha ido de genocidio en genocidio como quien va a comprar el pan por la mañana. Para su desgracia, cosa que antes no existía, la documentación visual en forma de fotografía y vídeo ha salvado, siempre con comillas, la historia real de lo sucedido, o un intento de la misma. Así, un lugar donde se imparte educación como el Instituto Tuol Svay Prey se convirtió en lo que es conocido hoy en día como Tuol Sleng, AKA S-21, un sitio donde no se conocía otro lenguaje que la tortura y que, cuando entrabas, nunca sabías si saldrías de allí de una pieza.
Una trágica historia
Santebal 21, lo cuál significa oficina 21, funcionó como el Centro de Interrogación de Seguridad del Estado desde 1975 a 1979 en Nom Pen, capital del país de Camboya y responsable de uno de los holocaustos más terribles de nuestra historia, si bien no de los más conocidos.
Heredando el poder y tiranía de Lon Nol, los Jemeres rojos, representantes del partido comunista de Kampuchea, decidieron optar por una filosofía stalinista y maonista para encarar interrogatorios y otros quehaceres, decididos a descubrir cualquier espía americano que se escondiera entre lo que, al final del día, eran granjeros medio analfabetos que solo querían un plato de comida caliente al día.
Cualquiera podía denunciar a otro, siendo este arrestado inmediatamente y, después de meses de torturas, acaban confesando, falsamente, que eran enemigos del estado, provocando su inmediata ejecución.
Las cifras dicen que 20.000 personas fueron ejecutadas sin juicio por el simple hecho de forzarles a confesar mentiras y calumnias para justificar las políticas de los Kampuchea.
Caminos de cadáveres; familias separadas para siempre; hijos fusilados delante de sus padres. El pico de la parte perturbada de la humanidad en todo su esplendor.
Secretismo perturbador
Pocos son los documentos que existen sobre dicho genocidio. A parte que nadie podía acercarse al lugar sin ser abatido a ojo desnudo, cuando las tropas vietnamitas entraron en 1979, los guardias y tropas invasoras ejecutaron a tantos prisioneros como fuera posible y quemaron documentación y pruebas de peso. El dictador camboyano Pol Pot ya se ocupó de la eliminación de pruebas y que las victimas ejecutadas fueran siempre conducidas con ojos vendados en caso de que pudieran escapar y confesar lo presenciado.
Realmente los monstruos se forjan a partir de la apatía.
Visitar Tuol Sleng
Antes de entrar
Visitar el museo Tuol Sleng no es una tarea muy difícil, pues resta abierto al público durante todo el año de 8 de la mañana a 17 de la tarde. Con el jardín de lo que fuera una escuela remodelado con monumentos dedicados a las víctimas del genocidio, podremos acceder a dicho museo pagando solamente 4€ como adultos o 2€ si tenemos entre 10 y 18 años. En el caso de querer una audioguía, estas cuestan 2,5€ por ciudadano no camboyano. En el caso de querer también un guía, cosa que recomendamos encarecidamente, estos van a la voluntad, pues no quieren cobrar por explicar algo como el genocidio que sucedió en su país.
Es muy importante tener en cuenta dos aspectos: las fotografías están permitidas pero solo si son de uso no comercial y de carácter personal. En el tema de la vestimenta, la cultura camboyana dictamina que brazos y piernas deben ir cubiertos en cualquier sitio de carácter religioso.
Una vez dentro
Cámaras de interrogación donde antiguamente se instruía a las nuevas generaciones; salas donde se puede respirar la muerte... Además de todo esto, existían una especie de 10 mandamientos que todo prisionero debía respetar. Estos son los siguientes:
- Debes responder a cualquier pregunta sin darte la vuelta.
- Nunca intentes esconder ningún hecho basado en pretextos. No puedes contestar a tu interrogador.
- No intentes hacerte el loco pues eres cómplice de la revolución en contra nuestra.
- Nunca hables de tus inmoralidades o la revolución.
- Mientras recibas los latigazos o descargas eléctricas no puedes llorar.
- No hagas nada, solo lo que se te diga. Si no hay nada por hacer debes estar en silencio absoluto.
Si seguís el recorrido podréis contemplar tanto fotografías o murales que intentan plasmar los sucedido entre esas paredes; atrocidades que, en el fondo, son imposibles de describir.
El museo es más un recorrido visual que una visita compleja en unas instalaciones que no tienen misterio: un instituto donde cada aula era una celda o cámara de tortura. Los números de los prisioneros, colgados de la pared con barras de madera y tratados como trozos de carne, se rasgaban en la pared con lenguaje binario.
Las personas eran encerradas en "habitaciones" por parejas, incapaces de poder prácticamente ni moverse debido a la naturaleza claustrofóbica de las mismas.
Los instrumentos de tortura pueden ser visitados y contemplados si disponemos de la fortaleza emocional para ello, pues ser conscientes de cómo fueron usados los convierten en armas de la muerte.
Finalmente, si tenemos estómago para ello, hay un restaurante llamado friends, una institución sin ánimo de lucro donde todo lo que recaudan va a ayudar a niños desamparados.
¿Cuántos genocidios debe soportar la gente común para satisfacer la megalomanía de los cuatro monstruos de las altas esferas?
Solo el tiempo lo dirá...